La veneración al Santísimo Nombre de Jesús

La veneración al Santísimo Nombre de Jesús

El Santísimo Nombre de Jesús, entre culto, significado simbólico, profesión de fe

Para comprender la importancia que los cristianos católicos atribuyen al Santísimo Nombre de Jesús, basta pensar en cómo sus discípulos y seguidores han decidido llamarse a sí mismos: cristianos. La misma identidad de la persona y de la comunidad a la que pertenece se expresa con este atributo, que toma su raíz de Jesucristo.

También pensamos en la señal de la Cruz, con la que se invoca el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En esta señal sencilla y poderosa, en esta invocación a la Santísima Trinidad, se resume el Credo de todo cristiano, su voluntad de inmolar cada respiración, cada acción, cada día de su existencia terrena al Nombre de ese Padre, de ese Hijo y de ese Espíritu Santo que son tres y son uno, en el primer Misterio de la Fe.

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Hay que tener en cuenta que, en la antigüedad, los nombres poseían un significado intrínseco propio, que expresaba la esencia de quien los llevaba, su misión, su destino, pero también un contenido dinámico, una especie de poder íntimo que, si se conocía, podía llevar a quienes lo conocían a conocer la cosa o la persona que lo llevaba. “Él que conoce los nombres conoce también las cosas” afirmaba el filósofo griego Platón. Conocer el nombre de una cosa significa conocer la cosa misma, y así, conocer el nombre de un hombre permite captar su esencia, situarlo en una dimensión correcta y definida. No es casualidad que para los antiguos era indispensable conocer el nombre de una persona para poder lanzar un hechizo sobre ella.

Los judíos también daban a los niños nombres que por su composición y etimología tenían la facultad de poner al recién nacido bajo la protección de Dios (nombres Teóforos, como Isaías, Yahvé salva, o Josué, Yahvé es salvación), o alternativamente nombres que expresaban un acontecimiento o una condición relacionada con el nacimiento del propio niño, como Ben-Oní, hijo de Raquel, cuyo nombre significa hijo de mi dolor. Este fue también el caso de Jesús, como veremos.

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La devoción al Santo Nombre de Jesús ha pertenecido a la Iglesia desde antes incluso de que ese nombre pudiera pronunciarse. Recordamos cómo los primeros cristianos se referían a Jesucristo con el acrónimo ichthys, transliteración en caracteres latinos de la palabra griega ἰχθύς, ichthýs, pez, y utilizaban el símbolo del pez para identificarlo. Este apelativo procedía del Evangelio, y fue Pedro quien lo utilizó por primera vez cuando Jesús le confió su Iglesia:

«Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» Ellos dijeron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; y otros, que es Jeremías o alguno de los profetas.» Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!» Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla.» (Mt 16, 13-18)

De hecho, el acrónimo ichthys significa Iesùs CHristòs THHYiòs Sotèr, Jesucristo Hijo de Dios Salvador.

Santísimo Nombre de Jesús: el significado del culto

Fue entre los siglos XIV y XV cuando la devoción al Santísimo Nombre de Jesús experimentó su consagración, gracias a San Bernardino de Siena, teólogo y predicador franciscano, que creó el trigrama con las letras IHS sobre fondo azul y rodeado de un sol con 12 rayos. Más tarde, el Papa Clemente VII reconoció su culto (1530) y encomendó a la Orden Franciscana la tarea de recitar el Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

El Calendario Romano situaba inicialmente la memoria litúrgica del Santísimo Nombre de Jesús en el segundo domingo después de Epifanía, y posteriormente en el domingo comprendido entre el 2 y el 5 de enero. Suprimida del calendario en 1969, la celebración fue restablecida por voluntad de Juan Pablo II y fijada para el 3 de enero como memoria facultativa.

En el Martirologio Romano, la fiesta del Nombre de Jesús se define con unas líneas tomadas de la Epístola a los Filipenses: «Santísimo Nombre de Jesús, el sólo ante el cual, se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra» (Filipenses 2,9-11). Esta frase resume muy bien el poder del nombre de Jesús, ante cuya presencia todos deben arrodillarse en señal de respeto y devoción.

El nombre de Dios

Para las religiones judía y cristiana, el nombre de Dios es Yhwh. Fue con este nombre que Él se reveló a Moisés en el Antiguo Testamento (Éxodo, 3,14), y este nombre, denominado tetragrámaton porque está compuesto por las cuatro letras hebreas יהוה (yod, he, waw, he), fue utilizado en la Biblia hebrea, el Tanaj, para los cristianos el Antiguo Testamento. En la Biblia y la tradición judía también se utilizan otros apelativos para referirse a Dios, pero el tetragrámaton se utiliza seis mil ochocientas veces. Para los judíos, era demasiado sagrado para ser pronunciado, y la transliteración exacta se ha perdido a lo largo del tiempo. Para invocar a Dios en las oraciones, la Halajá (Ley judía) prescribe el uso de Adonai, o alternativamente, la forma impersonal HaShem, el Nombre, o hakadosh baruch hu, El Santo Bendito. Hay otros nombres que los judíos utilizaban para invocar o referirse a Dios, como Elohim, forma plural de Eloah, es decir, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. En los diez mandamientos, el yihyeh lecha elohim acherim al panay significa No tendrás dioses ajenos delante de mí.

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Para los estudiosos, el significado más correcto de Yhwh es «Él que trae a la existencia todo lo que existe», y vemos cómo, dando crédito a esta tradición, el nombre de Dios viene a coincidir con Su obra y Su voluntad.

El nombre de Jesús

Concentrémonos en el significado del nombre de Jesús. Fue el ángel de Dios quien sugirió a San José el nombre que habría de dar al niño que nacería del seno de María, su esposa. Un niño engendrado por obra del Espíritu Santo y hecho de la misma sustancia del Padre, en una doncella virgen que a su vez fue concebida sin pecado. “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, porque su hijo ha sido concebido por el Espíritu Santo. María tendrá un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt.1, 21-25).

El nombre Jesús procede del nombre arameo יֵשׁוּעַ, Yeshua, más tarde españolizado a Josué. Su significado es «YHWH es salvación» o «YHWH salva»: Dios salva. Vemos, pues, cómo ya en el nombre elegido por el Ángel para Jesús se resume Su misión, el motivo de Su venida entre los hombres. Él viene a salvar, a hacerse instrumento y sacrificio en nombre del Padre y en nombre de todos los hombres.

«Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» leemos en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4,12), y es extraordinario pensar que Jesús nació e inmediatamente fue llamado con un nombre divino, que no era el de Dios, pero que sin embargo indicaba una característica de Dios, Su voluntad misma. Por eso, desde el principio, el nombre de Jesús se convierte en una invocación y una fuente de salvación, tanto para los que quieren ser liberados de los pecados como para los que sufren dolores corporales y discapacidades. Sólo en Su santo nombre pueden los hombres anhelar la Vida Eterna.

Según el Evangelio de Mateo, Jesús también es llamado Emmanuel, Dios-con-nosotros, el Hijo del Dios viviente.