Muy querido por Papa Benedicto XVI, San Corbiniano fue monje, ermitaño y Obispo de Frisinga. Por voluntad del Papa evangelizó Baviera y convenció a un oso para que le acompañara a Roma. He aquí su historia
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San Corbiniano, Obispo de Frisinga, representó para su época un icono de Fe y dedicación, que aún hoy hace que sea muy querido en Baviera y más allá. Hasta tal punto que Papa Benedicto XVI lo citó a menudo como su modelo y quizo que se representara en su escudo papal el oso protagonista de la famosa leyenda asociada al Santo.
El principal mérito de San Corbiniano fue el papel que desempeñó en la difusión del cristianismo en el sur de Baviera. Su vida y su contribución a la Iglesia se recuerdan como un ejemplo de fe inalterable y compromiso por el bien de la comunidad. Su influencia y su compromiso con la difusión del cristianismo lo convirtieron en una figura admirada por el Pontífice de aquella época, Gregorio II, pero también y sobre todo por la población local, y no en último lugar por los duques de Baviera. Su labor evangelizadora entre las tribus germánicas más salvajes llevó a la construcción de iglesias y monasterios que aún hoy testimonian de su legado en la región. Pero recientemente también se han dedicado al santo una parroquia y una iglesia en Roma-Infernetto, lo que demuestra que su influencia trascendió las fronteras de su patria.
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Su memoria se celebra el 8 de septiembre, día de su muerte, y su herencia se refleja en las numerosas iglesias, esculturas y obras de arte a él dedicadas en Baviera y fuera de ella.
Quién era San Corbiniano
Según la Vita Corbiniani, escrita en 760 por el obispo Aribo de Frisinga, cuarto sucesor de san Corbiniano en el cargo de obispo de la ciudad bávara, Corbiniano de Frisinga nació en Châtres (Castrum) hacia 680. Bautizado con el nombre de su padre, Vadalgiso, tomó más tarde el de su madre, Corbiniana. Desde muy joven mostró gran espíritu devocional e inclinación por la vida monástica, hasta el punto de abrazarla tras la muerte de su madre, en una ermita que él mismo construyó cerca de la iglesia de San Germán en su ciudad natal.
Su fama de santidad se extendió muy pronto y unos veinte jóvenes compañeros se unieron a él. Con ellos, Corbiniano emprendió una peregrinación a Roma, como acto de devoción a San Pedro, a quien el ermitaño estaba especialmente unido. Papa Gregorio II quiso encontrar a este monje con fama de Santo e, impresionado por su fe, le confió la evangelización de los territorios de Baviera, todavía habitados por numerosas tribus paganas, y el cargo de Obispo de Frisiga. San Corbiniano aceptó el encargo y durante años se dedicó a él, desplazándose por toda la región, en lugares a menudo inhóspitos y salvajes. Finalmente decidió volver a Roma para pedir al Pontífice que le eximiera de esta tarea, pero su petición fue rechazada y en su lugar se le pidió que se estableciera en Frisinga, donde Corbiniano pudo colaborar activamente con el duque de Baviera, Grimoaldo, gracias al cual pudo fundar el monasterio de San Esteban, su sede episcopal. Cuando las relaciones con el duque se estropearon, alimentadas por el odio de su esposa Pilidrudis, que llegó a atentar contra la vida del monje, Corbiniano dedició retirarse en la tumba de San Valentín en Maia y a Caines, cerca de Merano.
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Llamado de nuevo a Frisinga por el sucesor de Grimoald, Corbiniano regresó sólo para morir allí poco después. Quiso ser enterrado en la pequeña iglesia de San Zenón en Maia (Merano). Más tarde, las reliquias de San Corbiniano fueron trasladadas a Frisinga.
El oso de San Corbiniano
Entre las leyendas asociadas a San Corbiniano, la más famosa es la del oso que supuestamente le acompañó en su segundo viaje a Roma. El animal había atacado al monje, devorando el asno que transportaba su equipaje. En lugar de huir, Corbiniano lo regañó y ordenó al oso que arrastrara su carro como penitencia por su comportamiento. El oso, arrepentido, acceptó dejarse montar en su carro y acompañar al Santo a Roma, llevando sus pertenencias como el más dócil de los corceles. Este episodio se ha convertido en un emblema del dominio espiritual sobre la naturaleza selvaje y representa la victoria de la fe y la voluntad de Dios sobre los desafíos terrenales. La imagen del oso tirando el carro de San Corbiniano aparece a menudo en el arte y la iconografía relacionados con el Santo, y simboliza la fuerza de la Fe demostrada por Corbiniano en su misión de evangelización y la capacidad de transformar las adversidades en oportunidades de crecimiento espiritual.
La relación de Papa Benedicto XVI con San Corbiniano
Hemos mencionado el hecho de que Papa Benedicto XVI quiso tener grabada en su escudo papal la imagen del oso de San Corbiniano. Pero los paralelismos entre Joseph Ratzinger y este santo no acaban ahí. El vínculo entre Papa Benedicto XVI y San Corbiniano está profundamente arraigado en la historia y la espiritualidad de Baviera, donde nació y creció Joseph Ratzinger y donde el culto a San Corbiniano siempre ha sido prominente. Ratzinger desarrolló un profundo afecto por San Corbiniano desde muy joven, ya que había crecido en la localidad de Marktl am Inn, situada cerca de Freising, o Freising, donde el Santo había ejercido como obispo. Ya durante su ceremonia de ordenación episcopal, ocurrida el 28 de mayo de 1977 en la catedral de Munich, Joseph Ratzinger dejó clara su afinidad con san Corbiniano. Este vínculo tuvo un impacto significativo en la vida y la carrera de Ratzinger, a quien de 1977 a 1982 fue confiada la dirección de la Archidiócesis de Múnich y Frisinga. Como Obispo pudo continuar la tradición espiritual de san Corbiniano en la región.
Incluso durante su pontificado como Papa Benedicto XVI, Ratzinger siguió reconociendo la importancia de san Corbiniano como ejemplo de dedicación a la Iglesia, aquel que renunció a su vida de monje y ermitaño para responder a la llamada del Papa, que lo quería entre la gente para predicar el Evangelio.