Como en cada aspecto de la existencia, San Francisco predicaba la alegría y el gozo también en la oración. He aquí el Rosario franciscano, una meditación sobre los Siete gozos de la Virgen María
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El Rosario franciscano es una forma de oración católica impregnada de profunda espiritualidad franciscana, que expresa plenamente la conexión más íntima con la vida de Jesucristo, el deseo de seguir sus huellas. En esto encarna perfectamente el espíritu de San Francisco, que hizo de seguir el ejemplo de Cristo la misión de su vida, así como el punto de partida de su revolución en la Iglesia y el corazón de la orden franciscana que creó. Esta coronilla comenzó a ser utilizada por los franciscanos en el siglo XV. Compuesta por 70 cuentas, contiene siete Misterios, cada uno vinculado a un momento importante y gozoso de la historia de Jesús y de la Virgen María. De ahí las definiciones Rosario de las siete bienaventuranzas de la Virgen María y Corona franciscana de las siete alegrías.
El Rosario Franciscano suele estar hecho de materiales sencillos, como madera en bruto y cuerda. Esta elección de materiales está en consonancia con la humildad y la sencillez franciscanas, simbolizadas también por la cruz franciscana, la TAU, caracterizada por brazos de igual longitud que encierran a toda criatura con amor universal.

Cómo nació el culto del Rosario franciscano
El origen del Rosario franciscano es, como suele ocurrir, un asunto a medio camino entre la leyenda y la devoción. Se dice que la Virgen María se apareció a un joven novicio franciscano, Jacobo. El joven, devoto de la Virgen desde su infancia, lamentaba que los compromisos de su nueva vida en la orden le impidieran rendirle homenaje cada día con una corona de rosas, como era su costumbre. La Virgen se le apareció, consolándole y aconsejándole que le ofreciera cada día una nueva corona, pero de distinta naturaleza. Hablaba del Rosario franciscano, siete decenas dedicadas a las grandes alegrías de la vida de María. El joven aceptó la petición, la comunicó a sus compañeros y pronto la práctica del Rosario franciscano se extendió por toda la orden.

Uno de los aspectos más fascinantes de esta coronilla franciscana es precisamente que sus siete decenas invitan a meditar sobre siete acontecimientos gozosos de la vida de la Virgen, y no, como era más común en estas formas devocionales, sobre sus Siete Dolores. De hecho fin, la alegría y el gozo eran características que San Francisco recomendaba a sus compañeros, incluso ante las más terribles adversidades y tribulaciones. El Santo de Asís afirmaba que la alegría, la “perfecta alegría”, era una de las armas más poderosas contra el Diablo, que entraba más fácilmente en los corazones oprimidos por la tristeza y rehuía a los que manifestaban alegría y gozo. Pero no se trata de ignorar el dolor y el sufrimiento, sino todo lo contrario. La perfecta alegría nace precisamente de la alegría interior y de la paz profunda que sólo puede alcanzar quien ha intentado comprender en profundidad el sufrimiento y las dificultades humanas, aprendiendo a releerlos a la luz del amor divino. La “perfecta alegría” está precisamente en la capacidad de soportar las dificultades y las injusticias con paciencia y alegría. Los frailes franciscanos siempre han sido grandes defensores de esta «perfecta alegría», por eso su Rosario, en lugar de recorrer los Dolores de María, anima a los fieles a meditar los siete misterios gozosos.
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Los misterios del Rosario franciscano vinculados a los momentos más gozosos de la vida de María son:
- La Anunciación: Este misterio celebra el anuncio del Arcángel Gabriel a María, quien le informa del nacimiento de Jesús.
- La Visitación: María visita a su prima Isabel, que también espera un hijo, Juan Bautista.
- La Natividad: Jesús nace en la cueva de Bethlehem, trayendo luz al mundo.
- La adoración de los Reyes Magos: los tres Reyes de Oriente rinden homenaje al Santo Niño.
- El hallazgo de Jesús en el Templo: María y José, después de haber perdido a Jesús, lo encuentran en el Templo de Jerusalén con la intención de hablar con los Sacerdotes.
- Resurrección de Jesús: Este misterio celebra la Gloria de Jesús y Su victoria sobre la muerte.
- Asunción de María al cielo: María asciende al cielo, en cuerpo y alma, y se reúne con su Hijo.
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Cómo rezar la Corona franciscana
He aquí cómo rezar el Rosario franciscano. Comienza con la señal de la cruz y la invocación al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. A continuación, los fieles enuncian la Primera alegría, seguida de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. La misma secuencia se repite para cada gozo, siete veces en total, una decena de cuentas para cada uno de los gozos de María.
Al final de la Corona, se recita una oración especial dedicada a la Virgen:
Oh Santa Señora, Reina Santísima, Madre de Dios y Madre de Misericordia, Reina de la Paz y Abogada nuestra, te hemos ofrecido esta Corona en memoria de tus siete alegrías, como signo de nuestro deseo de pertenecerte como tú perteneciste al Señor. Por eso, con san Buenaventura, te decimos: «Soy toda tuya, y todas mis cosas son tuyas, oh Virgen Santísima sobre todas las cosas». Intercede para que se nos conceda el don de la gracia de poder servir a Dios y al prójimo y, en fidelidad a las promesas de nuestro Bautismo, negar el mal en todas sus formas, para que seamos como tú, oh Inmaculada, hijos del Padre celestial, hermanos de nuestro Señor Jesucristo y morada del Espíritu Santo. Ayúdanos a vivir comprometidos con el Evangelio, obedeciendo a la Iglesia, siempre dispuestos a dar testimonio de nuestra fe ante los hombres, para que, protegidos por ti, especialmente en la hora de nuestra muerte, podamos llegar contigo a la gloria del cielo. Amén.
Dos Avemarías adicionales recordarían los 72 años de vida de María antes de su ascensión al Cielo.
