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Durante la Última Cena, Jesús ofreció a sus discípulos el pan y el vino celebrando, de hecho, la primera Eucaristía. El pan se convierte en cuerpo y el vino se convierte en sangre, en un ritual solemne que trasciende la comprensión humana, pero que se renueva cada día, en todo el mundo desde hace milenios, en el nombre de una alianza de amor infinito, una promesa de esperanza y salvación y remisión de los pecados para todos los hombres. Más allá del dogma teológico e indiscutible sobre el cual se basa esta afirmación, hay algunas curiosidades puramente humanas que queremos explorar con vosotros.
Por ejemplo, ¿qué vino se utiliza para la misa?
Un vino natural, producido de acuerdo con el artículo 924 del Código de Derecho Canónico. Puede ser producido por un convento o una empresa laica, lo importante es que haya tenido la aprobación de la curia, y cumple con los requisitos químicos necesarios. Puede ser indiferentemente blanco o rojo. Por ejemplo, nosotros proponemos el vino de misa Martinez, dulces y fortificado, producido por la histórica empresa Martinez, bajo la supervisión del Vicario Foráneo con la autorización del Obispo o el vino de misa Morreale, también producido de acuerdo con las normas vigentes del Derecho Canónico y con la autorización del obispo de Mazara del Vallo. La elección de los vinos fortificados deriva del hecho de que son más fácil para conservar.
¿Es lícito mezclar vino y agua?
Absolutamente sí. Además del hecho de que, al tiempo de Jesús, era normal diluir el vino con agua, también hay una razón simbólica. El agua simboliza la naturaleza humana de Jesús mezclada con la divina representada por el vino de misa. Aún así, agua y vino mezclándose recuerdan Jesús que atrayéndonos a sí mismo toma nuestros pecados y los elimina.
¿El pan y el vino tienen la misma importancia en la Eucaristía?
Sí. El sacerdote debe consagrar a los dos y consumirlos durante la celebración. Si es abstemio, puede limitarse a una cantidad mínima de vino, o incluso simplemente sumergir la hostia consagrada. En cambio, puede decidir si dar a los fieles sólo uno de los dos elementos o ambos, porque Jesús está presente tanto en el pan como en el vino. La elección en este caso pertenece sólo al celebrante.
Qué hacer si el vino cae?
El vino consagrado es, a todos los efectos, la sangre de Cristo, y como tal es sagrado. No puede ser derramado en vano, absolutamente no puede ser tirado, bajo pena de excomunión. Si queda en la copa debe ser bebido por el celebrante. Durante todo el rito debe ser cubierto con una pequeña tela, porque ningún cuerpo extraño pueda contaminarlo. Si se deja caer accidentalmente, se debe lavar el área con agua que se vierte luego en la pequeña tina de la sacristía.
¿Y si una persona que no es sacerdote bebe el vino fuera de la misa?
Bueno, se trata de vino, más o menos bueno. Lo que lo hace especial no es el sabor, sino la consagración. No obstante, si fuese bebido fuera de la misa con la finalidad de blasfemia, la pena es la excomunión.