Santa Inés: historia de una virgen y mártir

Santa Inés: historia de una virgen y mártir

Santa Inés es patrona de las vírgenes, las novias y de las jóvenes en edad de casarse. Inevitable, si pensamos en su historia, tan trágica como conmovedora.

Era una joven, perteneciente a una de las más poderosas familias aristocráticas de Roma, que a sólo doce años subió el martirio bajo Diocleciano. Una historia aterradora, como muchas de las que ensangrentaron Roma y el Imperio en aquellos terribles años. No había nada de sagrado, nada de inocente, y lo que era agradable estaba destinado a perecer, a sufrir un destino aún peor, simplemente en virtud de su propia belleza. Y sin embargo, Santa Inés sobrevivió todo ese horror, de hecho, su trágico destino la convirtió en un símbolo de belleza y virtud que ha trascendido los siglos, iluminando el camino de miles de fieles y devotos.

santa agnes
estatua Santa Inés pintada madera arce Val Gardena

Se dice que el hijo del Prefecto se había enamorado de ella, pero ella lo rechazó porque estaba decidida a sacrificar su virtud a Dios. El chico rechazado se quejó con su padre, que intentó doblar la obstinación de la joven forzándola a convertirse en una Vestal. En su rechazo adicional, la cerró en un prostíbulo, como signo de supremo desprecio.

La leyenda cuenta que ningún hombre, no obstante, fue capaz de tocarla, y el único que intentó perdió la vista por la voluntad de un ángel. En este punto la historia de Agnes asume colores cada vez más sombríos y aterradores, y es aún más conmovedor imaginar brillar esta chica en el horror que la rodea, elevarse en virtud de su fe por encima del odio y la violencia.

santa agnes con cordero
estatua Santa Inés con rama y cordero

Arrastrada por las calles y desnudada, una masa exuberante de cabellos creció de su cabeza, para envolverla en una manta que la defendise del pudor. Condenada a la hoguera, las llamas se negaron a tocarla.

Al final, el mal de los hombres prevaleció: fue degollada con una espada, el final sangriento que se reservaba a los corderos, y justo con un cordero blanco en sus brazos que la vemos a menudo representada, una efigie de inocencia, de pureza inviolada, inviolable. Parece que incluso cuando cayó herida de muerte lo hizo con una tal gracia que suscitó las lágrimas de sus propios verdugos. Su sacrificio suscitó inmediatamente formas de culto popular y todavía se celebra hoy en muchas festividades y es amada por toda la cristiandad.