La Virgen de la Divina Providencia

La Virgen de la Divina Providencia

La Iglesia Católica atribuye gran importancia a la figura de María, madre de Jesús, encarnación de todas las gracias. En ella se manifiesta la infinita benevolencia de Cristo, su inmenso sacrificio por sus hijos queridos.

Nuestra Señora de la Divina Providencia es uno de los nombres con el cual la Iglesia se dirige a María propio para recordar este aspecto particular vinculado a su figura. La palabra ‘Providencia’ reúne a los conceptos de EncarnaciónRedención atribuidos a Cristo.

El título Virgen de la Providencia se deriva de la pintura de Scipione Pulzone ‘Mater Divinae Providentiae’. Pintado en 1580, la pintura fue exhibida en la Iglesia de San Carlo a los Catinari en Roma por los padres Barnabitas, a los cuales había sido donada por el pintor. Posteriormente, alrededor de ella nacerá una Cofradía laica de Nuestra Señora de la Divina Providencia, reconocida por el Papa, que se dedicará a obras de caridad y misericordia cristiana.

Ninguna encarnación de María se acerca más a la figura de la Madre de la Virgen de la Providencia.

Con este título se celebra la voluntad superior de Dios, en el nombre de la providencia y de un proyecto de amor para nosotros inefable, ha dispuesto que la Virgen se convirtiese en la Madre de Cristo. La Virgen de la Divina Providencia encarna en sí misma la madre que consuela, la madre que apoya, que protege y asiste en momentos de necesidad y en las preocupaciones de cada día.

La Virgen de la Divina Providencia actúa como intermediario infinitamente misericordioso entre Cristo su hijo y los fieles, un vínculo indisoluble y fuerte, una promesa de salvación dulce y solemne. A ella nos dirigimos con devoción y esperanza, porque no hay nada más suave y convincente de la voz de una madre que habla en defensa de sus hijos.

Y a esta bendita Madre, Jesús ha confiado de la cruz todos sus hijos. La Virgen de la Divina Providencia es portadora de Gracia, mira con benevolencia todos los actos de misericordia y caridad, que durante los siglos han dedicado a ella tanto los hombres comunes, como también los Papas y futuros Santos.