San Blas y el milagro del panetón

San Blas y el milagro del panetón

San Blas y el panetón milanés. Descubramos qué tienen en común el santo armenio que protege contra las enfermedades de la garganta y el famoso dulce milanés

Ya hemos hablado de San Blas de Sebaste, médico y patrón de los otorrinolaringólogos, protector de los enfermos de garganta, en un artículo dedicado a él y a los Santos Auxiliadores, aquellos a los que hay que invocar cuando uno está enfermo. En cambio, en este artículo queremos explicar por qué el 3 de febrero, día de la memoria litúrgica dedicado a este santo, existe la tradición de comer el panetón.

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La devoción a San Blas de Sebaste, médico y patrono de los otorrinolaringólogos, que cura las enfermedades de la garganta.

San Blas es muy querido en Milán. Una aguja del Duomo está dedicada a él, y se conservan fragmentos de su cuerpo en varias iglesias de la ciudad. En la provincia de Mantua se hornea el Pastel de San Blas, elaborado con almendras y chocolate negro.

San Blas vivió en Armenia entre los siglos III y IV, fue obispo de Sebaste y médico, y murió decapitado tras ser torturado durante largo tiempo con los peines de hierro utilizados en el cardado de la lana. Su culto se extendió rápidamente por toda la cuenca del Mediterráneo y en muchas iglesias se conservaron sus reliquias, a las que con el tiempo se atribuyeron extraordinarios poderes curativos. Nada que ver, por tanto, con los campos de la Brianza, de donde procede la tradición de comer un trozo de panetón navideño bendecido, sobrante de las Fiestas, en la mañana del 3 de febrero, como prevención contra el mal en general y los dolores de garganta en particular.

Para entender las razones de la costumbre de comer el panetón el 3 de febrero, basta con echar un vistazo a la historia del santo. Veamos la sugestiva leyenda que dio origen a la costumbre.

La tradición del panetón en San Blas

San Blas era un médico, como ya hemos mencionado. Entre las muchas curaciones más o menos milagrosas que se le atribuyen figura el rescate de un niño que se estaba ahogando con una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. La madre, desesperada, lo llevó al santo, que le hizo tragar una gran pieza de miga de pan. El pan bajó por su garganta e hizo que la espina de pescado se deslizara hacia abajo, salvándole la vida al joven. Este es probablemente el origen de la atribución al santo del patronazgo de las enfermedades de la garganta.

La historia que dio origen a la costumbre de comer el panetón el día de su fiesta es mucho menos dramática. Los protagonistas son una campesina de las llanuras de Lombardía y un fraile perezoso, codicioso y también un poco mentiroso. El ama de casa había horneado un suntuoso panetón para que su familia lo disfrutara en Navidad. Deseosa de hacerlo bendecir, lo entregó a un fraile llamado Desiderio, recomendándole que lo bendijera y prometiéndole que regresaría a recogerlo. El fraile, sin embargo, distraído por otros asuntos, se olvidó de todo. Pasaron las Fiestas y el panetón permaneció abandonado en la alacena del monasterio. Sólo después de Navidad Desiderio se acordó del panetón. Temiendo que la mujer pudiera regresar a reclamarlo, se apresuró a bendecirlo, pero luego, a medida que pasaban los días y ella no aparecía, empezó a mordisquearlo, comiéndoselo todo de un pedazo cada vez. Al final, sólo quedó el envoltorio vacío. El ama de casa regresó el 3 de febrero reclamando su panetón. El fraile titubeó, pero al final se resignó a devolver el envoltorio vacío, aduciendo débiles excusas. ¡Pero al llegar a la alacena, el fraile y el ama de casa encontraron un panetón aún más grande que el que ella había horneado, destacándose en toda su belleza en lugar de las migajas dejadas por el fraile Desiderio! Fraile quien sólo pudo agradecer en silencio a San Blas por el milagro, prometiéndose ser menos procrastinador y menos codicioso en el futuro.

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De esta divertida anécdota popular nació la tradición de desayunar la mañana del 3 de febrero con el último panetón sobrante de las fiestas navideñas, para evitar dolores de garganta y resfriados durante todos los días venideros.