La unción de los enfermos es una práctica que deriva del mismo Jesús. Así es como ha evolucionado con el tiempo.
La Iglesia remonta la unción de los enfermos a Jesús, a Su profundo amor por los enfermos y los que sufren, sobre los que ponía sus manos invocando la curación milagrosa. Una vez muerto y resucitado, Cristo invistió a sus discípulos con el mismo deber, junto con el de la predicación: «Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban» (Marcos 6,12-13).
Esto es precisamente lo que queremos decir con la unción de los enfermos: una bendición especial dada a una persona gravemente enferma con óleo consagrado y oración. Leemos la información al respecto en una Epístola de Santiago: «¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y, si ha pecado, su pecado se le perdonará» (Epístola de Santiago 5,14-15).
La Unción de los Enfermos es una celebración comunitaria profundamente ligada a la liturgia. Puede tener lugar en el hogar, en el hospital o en la iglesia, y es oportuno que se celebre durante la Eucaristía y precedida del sacramento de la Penitencia, con el cual el cristiano pide perdón por sus pecados.
El sacramento de la unción de los enfermos y el sacramento de la penitencia también se denominan «sacramentos de curación» y tienen por objeto aliviar el sufrimiento físico y espiritual del creyente.
Los siete sacramentos de la tradición cristiana
Los Sacramentos, y especialmente la eucaristía, se consideran el origen y la máxima expresión de toda la vida cristiana.
Pero no se trata sólo de lo que todos conocemos como extremaunción, aunque hasta el siglo XX y la Reforma Litúrgica se administraba principalmente en el momento de la muerte. Este sacramento particular, don del Espíritu Santo para los que sufren, puede administrarse también varias veces durante la misma enfermedad, especialmente si hay un empeoramiento, o antes de una cirugía peligrosa.
Ya en el Antiguo Testamento la enfermedad podía resultar para el justo un camino de penitencia y de conversión, para ser vivida ante Dios. A Él uno se dirigía para invocar la curación y el alivio. La enfermedad se experimenta como algo en relación con el pecado y el mal, y soportar el sufrimiento tiene una función redentora.
En esta visión, el advenimiento de Cristo, misericordioso con los enfermos y portador del poder de curar, simboliza el hecho de que el reino de Dios está cerca. Jesús sana a los enfermos y libera a los pecadores de su carga. No sólo eso: muestra un amor aún mayor por estas categorías de individuos que el que muestra por otros hombres, como si el sufrimiento y el pecado los hicieran aún más merecedores de atención y cuidado a Sus ojos. Asimismo, Su enseñanza es clara: cuidar a los enfermos y aliviar su dolor es un deber específico de todo cristiano. «Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron» (Mateo 25,35-36).
Sucede que en determinadas circunstancias se decide impartir el rito de la unción de los enfermos durante la misa, como por ejemplo con motivo del Día del Enfermo, el 11 de febrero. En estos casos, el sacramento de la unción de los enfermos se administra a varios enfermos durante la celebración eucarística, y el acto va acompañado, a veces, de una procesión o de la visita del obispo.
Las santas unciones en la vida de un cristiano
La unción de los enfermos es sólo una de las santas unciones que caracterizan la vida del cristiano.
Antes está el Sacramento del Bautismo, en el que con el óleo de los catecúmenos se usa para trazar una cruz en el pecho y otra entre los omóplatos del bautizado para investirlo de la fuerza de Cristo e infundirle la vida nueva; el crisma de la Confirmación nos confirma y fortalece en nuestra vida de cristianos. El crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos son consagrados en cada diócesis el Jueves Santo de cada año por el obispo y luego distribuidos en las distintas parroquias.
El significado del Viático
El Viático es el último sacramento en la vida de un cristiano. Es en efecto la última Comunión, la Eucaristía reservada a los enfermos y moribundos, junto con la Unción de los enfermos. El Viático es el alimento espiritual con el que el cristiano puede prepararse para afrontar el camino de tránsito a la otra vida y contiene en sí mismo la semilla de la vida eterna y la esperanza de la resurrección.