El atelier d’art de Bethléem es un taller artístico creado en Caux, Francia. Este laboratorio construido dentro del Monasterio es parte de la Familia monástica de Belén.
La familia monástica de Belén fue fundada en 1950 y es un instituto de vida consagrada de derecho pontificio. Tras la promulgación del dogma de la asunción de la Virgen. La Familia monástica de Belén fue establecida por la monja María, que no quería ser llamada la fundadora. Para ella, de hecho, la verdadera fundadora era la Virgen María, que la había inspirado y guiado.
Eran los años de la posguerra y la Iglesia estaba en dificultades. Los edificios de adoración se estaban despojando de todo, así que María quería hacer algo para hacerlos regresar al pasado esplendor. La Orden de Belén nació como una costilla de los Cartujos de San Bruno.
Los monjes y las monjas de esta orden contemplativa están diseminados por todo el mundo. Este tipo de instituciones están presentes en todos los continentes.
En Italia hay dos monasterios, uno masculino en Monte Corona, y uno femenino en Monte Camporeggiano.
Las monjas de Camporeggiano producen muchos tipos de galletas, famosas por su calidad.
La división de los Roles
En el monasterio de Caux, hay tanto la sección masculina de los monjes como la sección femenina de las monjas. Los monjes son responsables de la creación de esculturas de madera, mientras que
las monjas de pintura y reproducciones en polvo de piedra pirenaica (dolomita). Su estilo se caracteriza por la simplicidad y la armonía, de tal manera que transmiten una sensación de silencio, objetivo clave de su orden. Sus productos son extraordinariamente precisos. Estas son obras detalladas como los altorrelieves y bajorrelieves de la catedral de Autun, de hecho, estas producciones originales son obras que expresan meditación, otro elemento típico de la orden monástica.
Sus productos tienen una amplia selección, que va desde diferentes pesebres en piedra y madera de diversos tamaños, hasta iconos también en pan de oro, estatuas talladas a mano y bajorrelieves que representan la vida de Jesús y los apóstoles. Las estatuas a menudo se representan en el vestido de algodón crudo propio blanco de la orden de Belén.
En general, cuando pensamos en las monjas de clausura, recordamos un mundo de recogimiento, oración, compostura, silencio. Las Reglas de vida de los monjes y las monjas de Belén incluyen: orar, trabajar, estudiar, comer, dormir en sus propias celdas. ¡Pero las monjas y los monjes del convento de Belén también son artistas fantásticos!
Su esfuerzo y dedicación llevan a la creación de estatuas de la más alta calidad, perfectas en cada detalle, que reflejan el espíritu de la comunidad monástica. Sus productos despiertan e involucran el sentido de la fe para quienes los miran.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que el monasterio no es una fábrica. Monjes y Monjas se dedican a estas actividades para apoyar a toda la comunidad y dar gloria a Dios. Este objetivo representa un valor agregado a sus estatuas, reconocible a primera vista. Con gran habilidad y dedicación, crean verdaderas obras maestras poniendo este trabajo artesanal al servicio de la fe cristiana. Ver para creer: aquí están algunas de sus creaciones más bellas.
La técnica artesanal
La técnica utilizada para realizar estos productos tiene orígenes fortuitos. Los inspiradores de su manera de hacer arte fueron un par de parisinos laicos: el hombre de la pareja era un dentista insatisfecho con su trabajo.
El ex dentista sugirió el procedimiento a las monjas. El prototipo de la estatua, en arcilla o madera, se utiliza para el molde, cuidadosamente llenado para cubrir todos los agujeros, para crear una estatua realista.
Las grandes estatuas se modelan primero en un prototipo en arcilla o madera, luego se preparan moldes de silicona con matriz de contención, en los que una primera capa de material se extiende con una espátula para llenar todos los agujeros y crear una estatua perfecta. Los moldes se unen y aprietan posteriormente, y el material se vierte en él.
En la última fase, se aplican los acabados: las estatuas se colorean y se pulen, mientras que el fondo se lija para hacerlo áspero.
El producto final es testimonio de la ferviente pasión religiosa de estas monjas, que se convierten en artistas para llevar a cabo su trabajo de evangelización.
Como dice la Biblia, hay un tiempo para la siembra y un tiempo para la cosecha. Para las monjas de Belén también hay un tiempo para crear: generalmente en primavera, porque el calor del verano hace que las estatuas se sequen.
Una vez que se hace la estatua, es el momento del veredicto. Las monjas se reúnen en asamblea y evalúan no sólo la belleza del producto, sino también la devoción y la piedad que emana.
Y si está bien hecha pero no cumple con este aspecto fundamental, nada que hacer: la estatua se divide en dos. Porque la fe, más que el arte, es seria, muy seria y no se puede devaluar. La belleza no es suficiente aquí. La estatua debe ser incluso, y sobre todo, hermosa por dentro. Por lo tanto, si el amor por el Señor no brilla a través de las formas, la estatua no es válida. Las monjas sin una formación artística evalúan la estatua según un parámetro fundamental: la devoción y el espíritu que transmite. Si se pasa esta prueba espiritual, la estatua es aprobada; de lo contrario, se rompe.
No hay medias tintas: o la fe existe o no existe. No importa si se crea una efigie sagrada, la monja artista necesita, como suele pasar, un mes, porque cada fase se sigue con la mayor pasión. Una pasión divina
Como mencionamos anteriormente, lleva tiempo crear grandes estatuas, ya que no son creadas por artistas profesionales, para quienes esto sería una profesión, sino por monjas. Y sus creaciones no están sujetas al juicio del mercado, sino a las de la comunidad monástica.
La devoción, la fe y la habilidad artesanal son las tres características que se encuentran en las estatuas religiosas del monasterio de Belén, creadas a mano, no por artistas, sino por monjas piadosas.
Sin embargo, el monasterio sigue una regla estricta. Las monjas no tienen que hacer estos trabajos para enriquecerse, por lo tanto aumentar la productividad para vender más no se considera decoroso. No deben dedicarse a la creación de estatuas como si fuera un trabajo, sino que su deseo íntimo es solamente orar y dar gracias al Señor a través de la creación de efigies
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