San Agustín de Canterbury, evangelizador de Inglaterra - Holyart.es Blog

San Agustín de Canterbury, evangelizador de Inglaterra

San Agustín de Canterbury, evangelizador de Inglaterra

San Agustín de Canterbury, denominado el Apóstol de Inglaterra, es adorado como santo por católicos y anglicanos. Se le atribuye el mérito de haber evangelizado Inglaterra.

El mayor mérito de San Agustín de Canterbury reside en su intento de reunificar la Iglesia bretona y la sajona, restableciendo el Cristianismo en Britania después de que las invasiones de los pueblos germánicos procedentes de Escandinavia lo habían debilitado. Además, intentó devolver las iglesias cristianas celtas bajo el control de Roma. Por estas razones merecería ser recordado entre los santos que cambiaron la historia del mundo. Recibió su encargo y misión de San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia, que lo envió a evangelizar Inglaterra.

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La misión de San Agustín de Canterbury

Aunque el Cristianismo ya había llegado a Inglaterra a través de las centurias romanas, en el siglo V las masivas invasiones de Anglos y Sajones habían devuelto el paganismo a gran parte de la isla.
El obispo de Roma Gregorio (San Gregorio Magno) decidió pasar al contraataque y devolver el Cristianismo a Britania. Para ello, pidió el apoyo de Ethelberto rey de Kent, que, aunque Juto, se había casado con la princesa Berta, cristiana. Fue precisamente ella quien mandó construir la nueva iglesia de San Martín, llamada así en honor de San Martín de Tours, patrón de la dinastía merovingia. Gregorio decidió que desde allí comenzaría su obra de reevangelización.

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En junio de 596, cuarenta monjes benedictinos del monasterio de San Andrés al Celio, en Roma, fueron enviados a Britania. Al frente de ellos estaba Agustín, su prior.
Al principio, éste último se asustó mucho ante la perspectiva de tener que enfrentarse a los sajones y a los anglos, y cuando llegó a Provenza, se echó atrás, regresó a Roma y rogó al Papa que le diera otro encargo.
Pero luego se dejó convencer y, tras detenerse un tiempo en Francia, se convenció para ir a Britania, a la isla de Thanet. Fue recibido por el rey de Kent y con su ayuda asumió su cargo de arzobispo en Canterbury, donde hizo reconstruir una antigua iglesia que se convirtió en catedral.
Desde allí comenzó su labor de conversión. Mientras el rey y todos sus súbditos pedían el bautismo, Agustín, con la ayuda de sus monjes, creó otros obispados en el corazón de los territorios de los Jutos y los Sajones: en Rochester, Londres y York.

Agustín intentó convertir a los pueblos germánicos apelando también a sus tradiciones, transformando los mitos y rituales paganos en celebraciones cristianas.
Al mismo tiempo, se esforzó por poner bajo la égida de la Iglesia de Roma a las Iglesias cristianas celtas, que habían desarrollado su propia forma religiosa independiente. Paradójicamente, fueron precisamente los cristianos celtas quienes quisieron mantenerse alejados de los nuevos católicos conversos, esos mismos germanos que los habían invadido y que ahora se estaban dejando evangelizar poco a poco por Agustín.
La tumba de Agustín en Canterbury, en la Iglesia de los Santos Pedro y Pablo, ha sido durante mucho tiempo lugar de peregrinación, al igual que muchos otros lugares queridos por los devotos cristianos.

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San Agustín de Canterbury como San Pablo

La conversión de Agustín, que pasó de ser un temeroso prior que se estremecía ante el mero relato de las atrocidades de que eran capaces los Anglos y los Sajones, a ser un orgulloso apóstol de la Iglesia de Roma, capaz de convertir regiones enteras sólo con su palabra, nos hace pensar en otras conversiones milagrosas. Pensemos en Pablo de Tarso, considerado el primer gran misionero de la Iglesia cristiana por su labor como prosélito y su contribución a la difusión del mensaje evangélico por toda la cuenca del Mediterráneo. Pero recordemos que antes de todo esto él fue un feroz perseguidor de los cristianos. Hay un momento y un lugar adecuados para que todo se cumpla, y probablemente esto también se aplica a los hombres, que no siempre nacen investidos de una misión, ni dotados del coraje y la determinación para llevarla a cabo, pero en algunos casos, con el tiempo, pueden llegar a ser mejores de lo que son y demostrar que son capaces de grandes cosas.

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San Agustín de Canterbury evangelizador de Inglaterra

Todos los países del mundo, o casi todos, tienen un santo protector. San Agustín de Canterbury es considerado el evangelizador y protector de Inglaterra, mientras que San Jorge es su patrón, y como él hay otros santos y santas cuyo patronazgo se ha asociado a un país o nación. El término Patrón deriva del latín patronus, «protector», término utilizado en la antigua Roma para indicar a un ciudadano digno de respeto que garantizaba protección a los clientes a él sometidos. Para la Iglesia cristiana, esta definición se atribuye a un santo al que se confía la protección de una determinada categoría de fieles, definidos en función de la ciudad o la zona en la que viven, o la profesión que ejercen, y así sucesivamente.

Europa cuenta con los siguientes santos patronos: San Benito de Nursia, Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena, Santos Cirilo y Metodio, Santa Teresa Benedicta de la Cruz. En cuanto a los países extraeuropeos, los santos patronos son: Santa Josefina Bakhita, patrona de África; Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América (sobre todo del Sur); Santa Rosa de Lima, patrona de Filipinas, India y Perú; y San Francisco Solano, patrono de Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Perú.
Luego, para cada nación hay santos patronos particulares, como Italia, que tiene a San Francisco de Asís y Santa Catalina de Siena, o Francia, que tiene a la Virgen de la Asunción, San Martín de Tours, Santa Juana de Arco y Santa Teresa de Lisieux.

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