La apertura de la Puerta Santa marca el inicio del Jubileo, pero también representa un símbolo espiritual de gran sugestión para los cristianos. He aquí cuál
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La puerta siempre ha tenido una importancia fundamental en la historia de la humanidad. Elemento de protección y defensa de aldeas, ciudades y palacios, también adquirió una fuerte simbología espiritual en el mundo griego y posteriormente en el romano, como portal entre mundos, punto de paso, frontera entre la vida y la muerte. Este fuerte valor espiritual es confirmado también en el ámbito cristiano con la llamada Puerta Santa.
¿De qué se trata, qué significado tiene? ¿Y por qué se llama Puerta Santa?
Desde un punto de vista exquisitamente material, podemos definir Puerta Santa como la puerta de una iglesia o basílica cristiana que el Papa ha proclamado como tal. Esta puerta se mantiene cerrada y sólo se abre con ocasión de un Jubileo, cuando se puede atravesar para obtener la indulgencia plenaria de todos los pecados. De hecho, recordemos que el Jubileo es un período que dura un año y durante el cual la Iglesia concede indulgencias especiales a quienes peregrinan, realizan obras de caridad, se dedican a la oración y la penitencia o, en este caso, atraviesan una de las Puertas Santas proclamadas por el Papa.
En cuanto al significado simbólico de la Puerta Santa, encontramos la puerta ya mencionada en Ezequiel, como el portal por el que la gloria de Dios entra en la casa, pero también en el alma: «El hombre me llevó luego a la puerta que da hacia el oriente, y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Podía escucharse un rumor como de muchas aguas, y por causa de su gloria la tierra resplandecía. Lo que vi tenía el aspecto de una visión, como la que tuve cuando el Señor vino a destruir la ciudad, y como las que tuve junto al río Quebar. Entonces me incliné sobre mi rostro, y la gloria del Señor penetró en el templo a través de la puerta que daba al oriente». (Ezequiel 43:1-4)
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Sin embargo, podemos entender mejor el significado de la Puerta Santa en el Evangelio de Juan, donde se lee: «Una vez más Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí, son ladrones y salteadores; pero las ovejas no los oyeron. Yo soy la puerta; el que por mí entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos»» (Juan 10, 7). Aquí, Jesús habla de sí mismo como de una puerta, y así la Puerta Santa se convierte en el paso obligado para quienes desean seguirle, encontrando en Él la redención de todo pecado y la salvación.
La tradición de la Puerta Santa es antigua. El primero en proclamar una fue el Papa Celestino V, que en 1294 declaró Santa la puerta de la Basílica de Santa María de Collemaggio en L’Aquila, todavía hoy sede del Jubileo anual querido por el propio Celestino mediante la Bula del Perdón del 29 de septiembre de 1294, conocido como Perdón Celestiniano (Perdonanza Celestiniana) y clasificado por la Unesco como patrimonio oral e intangible de la humanidad.
Hoy en día hay muchas puertas del Jubileo, entre las cuales, además de la de San Pedro y la Puerta Santa de San Juan de Letrán en Roma, podemos mencionar la de la catedral de Santiago de Compostela, la Catedral de Atri y la Basílica-catedral de Notre-Dame de Quebec. La Catedral del Sagrado Corazón de Nueva Delhi, en la India, abrió su Puerta Santa el 12 de diciembre de 2015 con motivo del inicio del Jubileo de la Misericordia.
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La Puerta Santa de San Pedro
Las primeras referencias a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en Roma se remontan al pontificado del Papa Alejandro VI Borja.
Es una de las cinco puertas de la Basílica de San Pedro y se encuentra en el extremo derecho del atrio. Permaneció cerrada hasta 1950 y está rodeada por un marco de mármol tallado realizado a instancias del Papa Gregorio XIII con motivo del Jubileo de 1575. Los batientes originales de bronce fueron donados en 1949 por el obispo suizo Franz Von Streng, como exvoto por haber preservado a Suiza de la guerra. La puerta actual fue realizada para el Jubileo de 1950 por Vico Consorti, el «maestro degli usci» (maestro de las puertas). La Puerta Santa de San Pedro está formada por 16 recuadros rectangulares que narran la historia de la humanidad desde los albores hasta nuestros días, colocados en 4 órdenes, entre los cuales hay 36 escudos de armas. En la base de los dos paneles, entre los diversos grabados, está escrito: «De aquí manen abundantemente las fuentes de la Gracia divina, y purifiquen las almas de todos los que entran, las restauren con la santa paz, las adornen con la virtud Cristiana. Año Santo 1950».
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Apertura de la Puerta Santa
El Jubileo comienza con la apertura de la Puerta Santa de San Pedro y termina con su cierre.
El rito de la apertura de la Puerta Santa recuerda el simbolismo del que ya hemos hablado, el de la puerta como paso obligado para la salvación. La apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en particular, marca el inicio del Jubileo. En los días siguientes se abrirán las puertas de las demás basílicas del Jubileo en todo el mundo.
Tradicionalmente, se empezaba a desmontar la Puerta Santa en preparación del Jubileo. Le correspondía al Papa romper simbólicamente el último ladrillo con un martillo, y luego dejar que los albañiles completaran el trabajo. La tradición de amurallar la Puerta Santa de San Pedro y abrirla sólo con ocasión del Jubileo se mantuvo hasta 1975. Posteriormente, en 2000, el Papa Juan Pablo II, que corrió el riesgo de ser alcanzado por los escombros mientras celebraba el rito, decidió cambiar la costumbre, y desde entonces la Puerta Santa simplemente se cierra al final del Jubileo y se vuelve a abrir para el Jubileo siguiente.
Cuántas son las puertas santas
Por tanto, el Papa tiene la facultad de proclamar Puerta Santa cualquier puerta de iglesia del mundo. En Roma, además de San Pedro, hay una Puerta Santa en las basílicas de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Con motivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia (8 de diciembre de 2015-20 de noviembre de 2016), el Papa Francisco pidió la colaboración de los obispos para identificar los lugares más significativos para los fieles, y concedió la apertura de la Puerta Santa también en las iglesias catedrales, además de las basílicas. Así, muchas iglesias que son destino habitual de peregrinaciones han tenido su Puerta Santa por concesión del Papa y han podido conceder la indulgencia plenaria a sus fieles.