La leyenda de San Martín y el milagro de la capa

La leyenda de San Martín y el milagro de la capa

La leyenda de San Martín nos recuerda la importancia del altruismo y la misericordia. He aquí cómo surgió la tradición del veranillo de San Martín

Los diez primeros días de noviembre siempre se han caracterizado por un extraño fenómeno climático, el llamado veranillo de San Martín. De hecho, suele ocurrir que en los días inmediatamente anteriores y posteriores al 11 de noviembre, día de San Martín, el clima vuelve a ser templado de repente, para empeorar inmediatamente después. La leyenda de San Martín relata de forma pintoresca la razón de este último soplo de verano antes de la llegada del invierno.

Martín de Tours nació en la actual Hungría en el siglo IV de nuestra era. Antes de convertirse en obispo y más tarde ser proclamado Santo, Martín fue soldado romano y prestaba servicio en la guardia imperial. La leyenda de San Martín cuenta que una noche, durante una de las patrullas de vigilancia que debía realizar, Martín se encontró con un mendigo con frío, cubierto sólo con unos harapos. La noche estaba muy fría, del cielo llovía a cántaros, y el soldado fue apiadado por aquel miserable que temblaba y que seguramente iba a morir antes del amanecer. Así que, sin dudarlo, se quitó la capa blanca que simbolizaba su pertenencia a la guardia imperial, y con su espada la cortó por la mitad, entregándole una parte al pobre hombre. En ese momento, la lluvia dejó de caer, las nubes se abrieron y un calor antinatural se extendió por los alrededores, como si el cielo se alegrara de la piedad y la generosidad de aquel joven soldado.

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Una variante de la leyenda de San Martín cuenta que, tras encontrarse con el mendigo, el santo había conocido a otro hombre en condiciones aún más miserables y a éste le había regalado lo que le quedaba de su capa, adaptándose a dormir en el frío. Esa noche, Jesús se le habría aparecido en sueños y le habría dado las gracias por haberle vestido y salvado del frío de la noche.

Independientemente de cómo se cuente, la leyenda de San Martín nos muestra un ejemplo de gran altruismo, generosidad y misericordia. Después de este sorprendente encuentro, Martín quiso ser bautizado y abandonó la vida militar. Figura destacada de la historia religiosa medieval occidental, pero venerado también por las iglesias ortodoxa y copta, fue uno de los fundadores del monacato en Occidente, luchó contra la herejía arriana y el paganismo, llegó a ser Obispo de Tours y tuvo fama de taumaturgo y gran pastor de almas.

El veranillo de San Martín

Más allá del valor religioso de la historia de San Martín, su fiesta siempre ha coincidido con tradiciones populares campesinas y costumbres folklóricas vinculadas al otoño y al cambio de estaciones. Desde la antigüedad, en los días de veranillo de San Martín se abrían los barriles para degustar el vino nuevo, se cosechaban y cocinaban las castañas asadas y se consumían productos a base de calabaza. En muchas aldeas y pueblos italianos, estas tradiciones se mantienen aún hoy en forma de pintorescas ferias. En el resto de Europa, San Martín también se celebra con fiestas y costumbres características. Son muchos los dulces típicos que se preparan para la fiesta de San Martín, desde el Pastel de San Martín veneciano, hecho de masa quebrada con la forma del santo a caballo con espada y capa, decorado con glaseado de colores, caramelos y chocolates; hasta las galletas de San Martín sicilianas, aromatizadas con semillas de anís y que se mojan en vino; pasando por los sfinci, o sfingi, de San Martín, buñuelos dulces siempre queridos por las tradiciones sicilianas.

En algunas zonas de la Llanura Padana, «Fare San Martino» (Hacer San Martín) sigue siendo sinónimo de «trasladarse». De hecho, en los días coincidentes con el veranillo de San Martín, los aparceros que trabajaban en las grandes fincas agrícolas ya habían terminado su trabajo. Los campos estaban sembrados y, a menos que el propietario les renovara el contrato, los campesinos tenían que abandonar la granja y buscar trabajo en otra parte. Así que aprovechaban el buen tiempo del veranillo de San Martín para marcharse, llevándose consigo sus pertenencias y a su familia, para trasladarse a otra finca.