El eterno reposo: la oración en honor de los difuntos

El eterno reposo: la oración en honor de los difuntos

El Eterno Reposo es la oración por los fieles difuntos por excelencia. Con ella, los cristianos invocan la luz y la paz de Dios sobre sus difuntos, y expresan la esperanza de volver a verlos en la vida eterna.

Existe una oración especial con la que los cristianos católicos honran a sus seres queridos fallecidos el día de la Conmemoración de los difuntos, o Día de los fieles difuntos, y en muchas otras ocasiones. Se trata del Eterno reposo (Requiem aeternam), la oración por los fieles difuntos por excelencia. Deriva de una antigua oración latina, Requiescat in pace «que él/ella descanse en paz», abreviada como RIP, una sigla que habrás visto a menudo en las lápidas de los difuntos, y que significa de hecho Descanse en Paz. El Eterno reposo no es sólo una súplica a Dios para que vele por el sueño eterno de los difuntos, sino también una oración de esperanza, para quienes creen en la vida después de la muerte y en la posibilidad de encontrar a sus seres queridos al final de los tiempos.

De hecho, se refiere al concepto de «dormición», con el que la Iglesia católica indica el sueño de todos los muertos, que esperan el momento de la Resurrección, que es un despertar, el momento en que el alma volverá a reunirse con el cuerpo. Esta palabra se encuentra en los Evangelios sinópticos. En el Evangelio de Juan leemos, por ejemplo: «…vendrá el tiempo cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.» (Juan 5,29)

En el Apocalipsis de Esdras o Cuarto Libro de Esdras, un apócrifo del Antiguo Testamento atribuido al sacerdote Esdras, pero de fecha incierta (probablemente del siglo III d.C.), leemos en cambio: “…esperen a su pastor; les dará el reposo eterno; aquel que tiene que venir al final del siglo está próximo. Estén preparados para recibir la recompensa de su reino, pues una luz perpetua brillará para ustedes en la eternidad de los tiempos. Huyan de la sombra de este siglo, reciban la alegría de su gloria.” Los Padres de la Iglesia retomaron el pasaje, que desde la antigüedad se ha utilizado para inscripciones funerarias y lápidas conmemorativas de los difuntos.

En la Solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre), la Iglesia católica honra y celebra la gloria y el honor de todos los santos, incluidos los que no han sido canonizados. Al día siguiente de la solemnidad de Todos los Santos (2 de noviembre) se celebra la Conmemoración de todos los fieles difuntos (Commemoratio Omnium Fidelium Defunctorum), la memoria de los difuntos dedicada a todas las almas, no sólo a las de los Santos y beatos, sino a las de todos los hombres y mujeres que han muerto en la paz y el amor de Dios y han merecido subir al Paraíso, para vivir en comunión con Él, los ángeles y los Santos. El 2 de noviembre, el sacrificio eucarístico se ofrece también a los vivos en sufragio de los fieles difuntos que murieron en Cristo y aún no han sido plenamente purificados, para que puedan entrar en la luz y la paz.

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La oración Eterno Reposo: texto

He aquí, pues, el texto completo del Eterno Reposo:

“Dale Señor el descanso eterno. Brille para él la luz perpetua. Descanse en paz. Amén”

El original en latín reza así:

Requiem aeternitatis dabit vobis, quoniam in proximo est ille, qui in finem saeculi adveniet.

¿Qué es el Eterno Reposo?

El Eterno Reposo es sólo en apariencia una oración sencilla, que se enseña a los niños porque es corta y fácil de recordar, exhortándoles a recitarla en sus oraciones de cada día. En realidad, el significado que encierra, el mensaje de fe que transmite, es tal que se le reserva un lugar de honor, y no sólo en ocasión de las exequias de los difuntos, o en el día de la conmemoración de los difuntos, el 2 de noviembre. El Papa recita el Eterno Reposo al final del Ángelus, y esta oración se incluye también en el rezo del Rosario.

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Si nos detenemos a examinar la oración, observaremos que en su brevedad se articula en tres momentos muy claros y diferentes entre sí.

El primero es una invocación a Dios en favor de los difuntos, para que les conceda el descanso eterno, es decir, ese sueño de muerte que no es más que la espera de la vida eterna. Mientras los cuerpos descansan, las almas que han ascendido al cielo, o pasan por el Purgatorio, e incluso las que han acabado en el Infierno, continúan su vida espiritual llena de beatitud o tormento. Esta vida de las almas conduce a una regeneración espiritual que afectará a su destino cuando, al final de los tiempos, se reúnan con sus respectivos cuerpos. Esto se debe a que el concepto de descanso para los católicos no es simplemente no hacer nada, sino que implica una evolución constante.

La segunda parte de la oración es una súplica adicional a Dios, para que ilumine a los difuntos con Su luz, requisito esencial para la vida eterna.

La oración se cierra con una invocación a Dios para que los difuntos puedan descansar en Su paz, una promesa de salvación y alivio para todos los que viven y mueren en Él. Sin embargo, esta última frase habría sido añadida posteriormente, tomada del breviario franciscano del siglo XIII.

La primera palabra de la oración es Requiem, y se utiliza tanto para indicar la oración en sí, como para indicar la celebración de la misa exequial por los difuntos, que suele recitarse con motivo del aniversario de la muerte, o el día 2 de noviembre. Pero también es el título que se da a las composiciones musicales que utilizan partes del Misal latino, como el introito (Requiem aeternam), el Kyrie eleison, el Sanctus et Benedictus, el Agnus Dei, etc. Algunos de estos textos proceden del ordinario de la misa, otros son propios de las misas de difuntos.

¿Por qué el Eterno Reposo se recita tres veces?

La repetición por tres veces del Eterno Reposo está vinculada a una antigua tradición, a una fórmula procedente del Evangelio y de la Biblia. Una cosa repetida tres veces es confirmada. Por ejemplo, San Pedro negó a Jesús tres veces, y Jesús lo rehabilita tres veces («Me amas» tres veces). Incluso el Papa, cuando recita el Ángelus, repite Gloria tres veces.