El misterio del Velo de la Verónica, la tela con la huella del rostro de Jesús

El misterio del Velo de la Verónica, la tela con la huella del rostro de Jesús

El Velo de la Verónica es una de las reliquias más misteriosas y fascinantes de la historia de la cristiandad. ¿De dónde procede la leyenda del velo con impreso el rostro de Cristo?

Aunque el nombre de Verónica no se menciona en ninguno de los Evangelios canónicos, sí aparece en distintos Evangelios apócrifos y documentos históricos y devocionales del siglo VII d.C. en adelante. La tradición se refiere a ella como una joven mujer que seguía el doloroso ascenso de Jesús con la Cruz en el Gólgota y que, piadosamente, le limpió el rostro impregnado de sudor, lágrimas y sangre. En aquel lienzo de lino quedó impreso el rostro de Cristo. La sexta estación del Vía Crucis está dedicada a este episodio. Así nació el Velo de la Verónica, una de las reliquias más enigmáticas de la historia del cristianismo, base de muchas formas devocionales y origen de innumerables leyendas.

El Velo de la Verónica: ¿a quién pertenecía?

Hay muchas teorías más o menos plausibles sobre lo que fue del Velo, o Lienzo de la Verónica, o incluso Sudario de la Verónica, después de la Crucifixión de Jesús. La última definición también es incorrecta, e inevitablemente se refiere a la Sábana Santa, pero la referencia es errónea, ya que la Sábana Santa muestra la figura completa de Jesús, mientras que el Velo sólo mostraría el Santo Rostro o Santa Faz. En cierto modo, la historia del Velo de la Verónica recuerda mucho al mandylion achiropita, la imagen sagrada «no realizada manualmente«. Abgaro V de Edesa, re de Edesa, gravemente enfermo, pidió a uno de sus mensajeros que fuera a hacer un retrato de Jesús, para que pudiera curarlo, pero Jesús, al encontrarse con el emisario, le pidió un lienzo, con el que se limpió la cara, dejando impresas en él sus propias facciones. Así nació el mandylion.

En otra versión de la historia, el lienzo pertenecía a una mujer llamada Verónica, seguidora de Jesús. Ella deseaba tener un retrato del Señor, y para ello había comprado un lienzo blanco para dárselo a un pintor que lo hiciera para ella. Pero se encontró con Jesús en el camino, y Él le pidió aquel lienzo, se lo frotó en la cara y le entregó el ansiado retrato. Esa misma efigie fue luego entregada por Verónica al mensajero Volusiano, que había llegado a Jerusalén por orden del emperador enfermo Tiberio. Dado que Jesús ya había sido crucificado cuando él llegó, el pobre hombre estaba a punto de regresar a Roma con las manos vacías, pero la Verónica quiso acompañarlo, llevando consigo su velo, y en cuanto el emperador vio la preciosa reliquia se sanó al instante. Una inscripción en los restos de un cofre conservado en el Panteón testimonia aún hoy el viaje de Verónica y la llegada a Roma de lo que aquí se denomina el «sudario de Jesucristo».

Posteriormente, la reliquia fue colocada por el Papa Urbano VIII en una de las cuatro capillas, en los pilares que sostienen la cúpula de la Basílica de San Pedro.

La curación de la hemorroísa

La Verónica se confunde a menudo con otra figura femenina mencionada en los Evangelios. Se trata de Berenice, más conocida como la hemorroísa, una mujer a la que Cristo curó de una hemorragia interminable. El episodio se menciona en los Evangelios sinópticos (Mateo 9,20-22; Marcos 5,25-34; Lucas 8,43-48). La confusión surgiría del hecho de que los nombres de las dos mujeres tienen la misma etimología. De hecho, Verónica no es nada más que la traducción latina del nombre griego Pherenike o Berenike, cuyo significado es fere nike, «que trae victoria». El nombre Verónica deriva de la forma latina de este nombre, es decir Berenice, que conserva el significado de “portadora de la victoria” o “la que conduce a la victoria”. Sin embargo, con el tiempo Berenice se transformó en Verónica, para ajustarse a la forma eclesiástica vera icona, “verdadera imagen”. La referencia es precisamente al Velo de la Verónica.

El episodio evangélico cuenta de una mujer afectada por una hemorragia interminable que tocó a Jesús cuando Éste iba a casa de Jairo para curar a su hija enferma. La mujer, consciente de que su maldad la hacía impura a los ojos de Dios y de los hombres, intentó tocar a Jesús sin ser notada, rozando su manto, pero Él se volvió, preguntó quién lo había tocado, y la mujer temblorosa dio un paso al frente, explicando su gesto y anunciando que había sido curada. Entonces Jesús le dijo: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

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Santa Verónica

Por tanto, Verónica habría sido una de las discípulas de Jesús, una de las muchas mujeres que seguían a Él y a los Apóstoles, para escuchar la Palabra y abrazar su mensaje de salvación. Pero no hay información cierta al respecto, y en realidad podría haber sido sólo una mujer entre muchas, movida por la compasión ante el sufrimiento de un hombre inocente que estaba siendo arrastrado a la muerte, hasta el punto de abrirse paso entre sus verdugos para regalarle un último momento de ternura y piedad. El gesto de la Verónica de acercarse a Jesús para enjugarle el rostro, como habría podido hacer con un hermano, un pariente, es un ejemplo de misericordia para todos nosotros.

Según la leyenda, Verónica, después de asistir a la Pasión de Cristo y a Su Crucifixión, decidió dedicar su vida a difundir Su Palabra. Se unió a los Apóstoles, viajó por toda Europa y se detuvo largo tiempo en Francia, de la que hoy es Santa Protectora, para convertir a los Galos. Su memoria litúrgica se celebra el 12 de julio.

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La Santa Faz de Manoppello

Otra tradición relativa al Velo de la Verónica cuenta que el “Santo Rostro” o “Santa Faz” fue llevado a Manoppello, en la provincia de Pescara. Los exámenes realizados en la reliquia que representa el rostro de Cristo conservada aquí desde 1506 muestran que no hay color ni pigmentos en la tela y, por tanto, no se explica cómo se imprimió la imagen en ella. Además, las dimensiones del rostro de Manoppello coinciden con las de la Sábana Santa. Fue un misterioso peregrino quien llevó la reliquia a Manoppello, y nada se sabe sobre él.

Meta description: El Velo de la Verónica, del que han surgido innumerables tradiciones devocionales, era un paño con el rostro de Jesús. He aquí la historia de la reliquia.