La oración de la mañana: cómo comenzar bien el día

La oración de la mañana: cómo comenzar bien el día

Jesús les dijo a sus discípulos y amigos que oraran, oraran siempre, sin cansarse. De esta exhortación viene la Liturgia de las Horas, que determina a lo largo del día los momentos de oración, para que cada momento de nuestras vidas sea una alabanza a Dios. Así es como un buen cristiano debe vivir cada día en comunión con Cristo, santificando con la oración el día y la noche. Pero no siempre es fácil. El ritmo frenético de la vida moderna, el trabajo, los innumerables compromisos hacen que sea difícil para la mayoría de los fieles cumplir con todos los actos programados por la Liturgia de las Horas, incluso a las dos citas con la oración de las Horas canónicas, las Laudes y las Vísperas, que todos deberían celebrar cada día al comienzo del día y al atardecer.

Pero Jesús conoce estos impedimentos, está cerca de nosotros en todo momento de nuestra vida, y sabe lo difícil que es, en algunos días, poder completar todo. Entonces él entiende que no podemos dedicar suficiente tiempo a las oraciones todos los días, si a veces ‘saltamos’, o nos limitamos a momentos cortos.

Sin embargo, hay una buena manera de comenzar el día, justo después del despertar, y es la Oferta de la mañana.

¿De qué se trata? Es simple, y lo dice la definición misma: se trata de ofrecer su día a Jesús.

Entonces, al abrir nuestros ojos, o antes de hacerlo, nuestro primer pensamiento debería ser: “Señor, te lo ofrezco a este día.”

¿Todo aquí? En realidad sí. Luego, cada uno puede enriquecer su oración con fórmulas personales, o elegir entre las muchas Ofertas de la mañana hechas por hombres y mujeres devotos a lo largo de los siglos.

La Oferta de la mañana ayuda a enfrentar el día de la manera correcta, con la plena conciencia de que desde el despertar, Jesús está de nuestro lado, que nuestras victorias son sus victorias, nuestras decepciones sus decepciones, y que todo lo bello y lo malo sucederá en el transcurso del día, lo compartiremos con Él. Es una manera de ponerse en las manos de Dios, para reiterar que aceptamos su voluntad, y que, pase lo que pase, será un buen día, porque lo habremos dedicado a Él.

El Papa Juan Pablo II reconoció en la Oferta de la mañana un acto fundamental en la vida de cada uno de los fieles. No hay crecimiento espiritual sin la Oferta de la mañana.

Es un poco como decir: “Camino comenzado es medio…”

Obviamente, no será suficiente recitarla para asegurarse de que el día sea perfecto. Como nuestro Papa Francisco señaló, “¡La oración no es una varita mágica!” Pero está comprobado que aquellos que dependen de este buen hábito constantemente, obtienen una energía notable para enfrentar el día con una marcha más.

Como hemos dicho, a lo largo de los siglos, muchos grandes hombres y mujeres de la iglesia han escrito sobre la Oferta de la mañana. Sin embargo, no hay reglas precisas sobre qué decir y cómo decirlo, o un esquema único. Dado que se trata de un diálogo entre nosotros y Dios, es correcto que todos se expresen de la manera más agradable, dejando al descubierto su corazón y poniendo su propio espíritu en las manos del Señor.

Lo primero que hay que hacer es agradecer a Jesús por habernos hecho pasar una noche serena y haber vigilado nuestro sueño, y pedir perdón por los pecados cometidos y por lo que pudiéramos cometer en el día que nos espera. Esto también nos debe dar la conciencia de que el día que se abre ante nosotros está lleno de ocasiones para equivocarnos, pero también para hacer cosas buenas que nos hacen sentir bien y acercarnos más a la Gracia. Es con esta conciencia que debemos prepararnos para enfrentar todo lo que nos deparará el día, agradeciendo a Dios por darnos la oportunidad de vivirlo, y hacerlo con nuestras mejores posibilidades, si sólo lo queremos.

Durante la Oferta de la mañana tenemos que planificar lo que será nuestro día, en función de lo que tenemos que enfrentar: trabajo, ocasiones de reuniones, visitas. Si vamos a estar preparados antes de llegar en cualquier momento con la energía correcta, con la actitud mental correcta, con las palabras listas en los labios, y entonces evitaremos enojarnos, perder el control, o la paciencia, evitaremos decepcionarnos, enojar a alguien o permitir que su ira nos contagie. Prometiendo a Jesús que es nuestra firme intención hacer todo lo posible para garantizar que el día en que lo estamos ofreciendo sea digno de él, nos comprometemos a comportarnos bien, a que se sienta orgulloso de nosotros. Aún así, es importante durante la Oferta siempre ser humilde. Todo lo que somos, todo lo que podemos hacer, se lo debemos a Dios y solamente a Él. Nosotros solos no podríamos hacer nada bueno o ni para evitar hacer mal. Es a Él y a Su Misericordia infinita que debemos apelar, para que guíes nuestros pasos, nuestras elecciones, para que sostenga con Su fuerza nuestro corazón, nuestras manos, nuestras palabras. Incluso en este caso hay tantas palabras escritas por hombres más capaces que podemos hacer las nuestras para hacer que nuestra oración sea realmente acogida y nuestra ofrenda un himno alegre y una forma maravillosa de comenzar el día.

También sería bueno involucrar a toda la familia en esta práctica. Algunas personas prefieren recitar la Oferta de la mañana en comunión con aquellos que aman, con sus hijos, por ejemplo. Otros prefieren hacerlo en privado, invitando a sus seres queridos a hacer lo mismo. No hay una manera incorrecta de dedicar el nuevo día a Jesús, siempre que se haga, y el corazón a los labios.

Incluso elegir recitar oraciones de nuestra invención es una forma de darle gracia a Dios, para mostrarle que nuestro pensamiento está constantemente hacia él. Es como si tuviéramos que declarar nuestro amor con nuestras palabras, tal vez menos elevadas y eficaces que las de los salmistas o los santos, pero sin duda oídas, pronunciadas con el fervor de un alma devota.

Alternativamente, es posible encontrar muchas oraciones, incluso en la Red, para dar voz a nuestro amor, con nuestro saludo matutino.