Salve Estrella del Mar es una sentida invocación a María Stella Maris, una de las advocaciones marianas más antiguas. ¿Cómo surgió esta oración y qué significa?
Desde siempre, la figura de María, madre de Jesucristo, ha desempeñado un papel central en la devoción y veneración de los cristianos. A lo largo de los siglos, los fieles se han dirigido a Ella con esperanza y confianza, invocándola como guía y protectora en diversas situaciones de la vida. El culto a la Virgen siempre ha sido complementario al de Cristo, incluso en el Cristianismo primitivo. Una de las advocaciones más antiguas y fascinantes atribuidas a María es María Stella Maris, que la identifica como una especie de estrella polar para los cristianos, una guía y una esperanza para quienes se aventuran mar adentro y, en un sentido más amplio, en las peligrosas olas de la existencia. Esta advocación recuerda también el concepto de Odighitria, Nuestra Señora del (buen) camino, muy querida en la iconografía medieval bizantina y rusa, «La que muestra el camino». De la advocación mariana María Stella Maris procede la hermosa oración Ave Maris Stella (Salve Estrella del Mar).
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Al igual que la estrella polar guía a los navegantes en las noches oscuras, María Stella Maris es invocada como guía espiritual para quienes se aventuran mar adentro, y más allá. Marineros, pescadores y viajeros siempre han encontrado consuelo y protección en la devoción a María, confiando en su intercesión para una navegación segura y un regreso a casa sanos y salvos. Su presencia luminosa en la vida de quienes se encuentran en medio de las olas representa una fuente constante de esperanza y confianza. Pero este sentimiento de protección ligado a la Virgen no se limita a los marineros y viajeros. Cada hombre que se siente perdido y solo puede dirigirse con esperanza y confianza a esta madre luminosa e infinitamente amorosa, dispuesta a ofrecerle consuelo y una guía hacia puertos más seguros. Invocar a María como Stella Maris significa encomendarse a su intercesión maternal, confiando en que Ella es capaz de guiar y proteger a quienes se encomiendan a Ella en su búsqueda de Cristo y en su lucha contra las adversidades del mundo.
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¿Por qué Stella Maris?
La advocación María Stella Maris es una imagen poderosa y significativa en la tradición cristiana. Tiene un origen fascinante y antiguo, vinculado al mar y a las estrellas. De hecho, deriva de la estrella Ursae Minoris, que siempre se ha conocido como Polaris, Estrella Polar o Estrella del Norte. Desde la antigüedad, esta estrella brillante ha sido el principal punto de referencia para orientarse en el mar, y esto bastaría para comprender por qué se la ha asociado a María, guía y protectora de los hombres. Pues bien, la atribución del apelativo Stella Maris a Nuestra Señora procede de un error de transcripción cometido por un copista incauto que estaba redactando una copia del Onomasticón de Eusebio de Cesárea en la traducción latina realizada por San Jerónimo. Este último había definido a la Virgen en el texto como stilla maris, «gota del mar», traduciendo el nombre hebreo Miryam. Pero el copista escribió «Stella Maris» en lugar de «Stilla Maris», creando sin querer una nueva y sugerente advocación mariana.

En los siglos siguientes, muchos teólogos y hombres de fe retomaron la imagen de María estrella del mar, identificándola con una guía capaz de conducir a quien creyera y confiara en ella más allá de todas las tempestades. Así, San Pascasio Radberto, en el siglo IX, mientras que, en el siglo XII, San Bernardo de Claraval describió como un acto de fe y confianza el dirigirse y encomendarse a María Stella Maris en los momentos oscuros de la vida, cuando uno se ve abrumado por las tentaciones y las adversidades.
Pero incluso al ser comparada con una estrella, María no pierde su humildad. Vistas desde el mar, las estrellas parecen sólo puntos brillantes en el firmamento, sin importar lo grandes que sean en realidad. María, la más brillante de estas pequeñas estrellas, es una luz suspendida sobre el Abismo, palpitante, distante, pero siempre presente, haciendo menos sombría incluso la noche más oscura.
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La oración Ave Maris Stella
La asociación del nombre de María con la estrella polar y la devoción resultante dieron lugar al nacimiento de una de las oraciones marianas más antiguas y evocadoras: Ave Maris Stella, «Salve, estrella del mar». Se remonta aproximadamente al siglo VII y es un himno de alabanza y devoción a la Virgen María, y una invitación a los creyentes a acudir a Ella como guía luminosa y consoladora en los retos de la vida.
El origen de la oración es incierto, se atribuye a Venancio Fortunato, obispo de Poitiers (530-607 aprox.), o a Pablo Diácono, o tal vez a Roberto II o a San Bernardo, pero ya estaba redactada en el Codex Sangallensis conservado en la Abadía de San Galo.
La oración es a todos los efectos un poema compuesto de siete cuartetas acentuadas, desprovistas de rima. Durante siglos fue parte integrante del Oficio Divino, del Oficio de la Bienaventurada Virgen María y de las Vísperas. La antífona inicial se dirige a María, recordando el saludo del arcángel Gabriel en el momento de la anunciación, llamándola Estrella del mar, Madre de Dios, siempre Virgen y puerta del cielo, reconociéndola como guía y punto de referencia:
Ave maris stella,
Dei Mater alma
atque semper virgo
felix coeli porta.

Las estrofas siguientes contienen peticiones directas a la Virgen María, por su intercesión maternal, para que lleve la luz a quienes se encuentran en la oscuridad de la vida:
Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.
También se pide a la Virgen que conserve a sus hijos dóciles, castos:
Virgen singular,
dulce como ninguna,
líbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.
La oración culmina y concluye con un himno de alabanza a la Santísima Trinidad: Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo:
Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor.
Utilizada a menudo como texto para el canto gregoriano, la oración Ave Stella Maris ha sido retomada por numerosos compositores famosos a lo largo de los siglos y musicada como himno sagrado. Acadia, una pequeña región de Norteamérica situada en la costa del Océano Atlántico, ha adoptado una versión modificada como himno nacional.