El Pesebre tiene una tradición antigua que se renueva cada año en los hogares y las iglesias de todo el mundo. Difícil renunciar al encanto de esta costumbre, que nos lleva de vuelta a las Navidades de la infancia, a la maravilla delante la aparición de todos esos personajes únicos e inconfundibles, que cada año salían de la caja conservada en la bodega y pronto llegaban a la vida como magia delante nuestros ojos, en el escenario de estrellas de plata, musgo, guijarros blancos, madera y ríos de papel aluminio.
El pesebre napolitano, uno de los más famosos y clásicos de nuestra cultura, tiene desde la antigüedad la pretensión de representar no sólo la solemnidad del nacimiento del niño Jesús, pero siempre se concentra con cuidado y atención sobre la vida campesina, la representación de personajes populares y oficios típicos de ayer y de hoy.
Con el tiempo esta voluntad de realismo y reconstrucción de vestuario se ha podido evolucionar aún más con la llegada de los pesebres en movimiento. Las figuras de terracota, vestidos de terciopelo y pasamanerías, sino también con telas más humildes, más realistas, llegan a la vida gracias a sistemas motorizados ingeniosamente ocultados, y repiten los gestos antiguos de su oficio.
Tenemos así mujeres que barren la puerta, agricultores que azadonan el huerto, o que alimentan los cerdos, viejas que lanzan alpiste a los pollos, recogedores de fruta, hombre que cocinan con su asador, y así sucesivamente.
Un mundo infinitamente pequeño, sin embargo tan verdadero, envuelto en una sugestión antigua y atemporal, que con los fondos y las luces asume un encanto aún más mágico. Las estatuas del pesebre en movimiento son todas hechas a mano, lo que los hace piezas únicas, de colección.
Particularmente los pastores encuentran en el pesebre en movimiento su consagración, como el viejo pastor que sostiene en sus brazos un conejo, o lo que lleva el grano para su rebaño, el pastor que conduce el burro o el que guía la vaca, o la pastora que esquila las ovejas, o incluso una que ordeña la cabra. Muchos personajes de una era perdida que vuelven a la vida en el entorno atemporal del pesebre.