Autor: Redazione

El arándano y sus numerosas propiedades benéficas

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Pequeño, pero sorprendente, el arándano tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y vasodilatadoras, lo que lo convierte en un aliado mágico contra muchos trastornos Del arándano no se tira nada, o casi nada. Y prácticamente lo hace todo bien, tanto que podemos atribuir al arándano, un fruto…

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La tumba de Adán: el lugar donde está enterrado el primer hombre

La tumba de Adán: el lugar donde está enterrado el primer hombre

Algunas tradiciones sitúan la tumba de Adán bajo el Monte Calvario. ¿Qué relación existe entre el primer hombre y la crucifixión de Cristo?

Todos conocemos el Monte Calvario, o Gólgota, por haber sido el escenario de los últimos y trágicos momentos de la vida de Jesús entre los hombres. Todos hemos recorrido en nuestras oraciones y meditaciones la Vía Dolorosa, dentro de las murallas de la antigua Jerusalén, que parte de la Iglesia de la Flagelación, no lejos de la amplia explanada donde se levantaba el Templo de Jerusalén, y va subiendo, cuesta arriba, hasta la Basílica del Santo Sepulcro. Es el Vía Crucis, el Camino de la Cruz, y la Cruz es la que pesaba sobre los hombros de Jesús azotados por el latigazo, sostenida por Sus brazos surcados de riachuelos escarlatas por los golpes sufridos. Las gotas de sangre caídas de la frente herida por la corona de espinas bañaron el polvo sobre el que se levantaban los muros blancos de cal. Fue aquí donde se dobló la rodilla de Simón de Cirene, que ayudó al Redentor a alcanzar la cima del Calvario, el «lugar de la Calavera», llamado así porque, como lugar de condenas a muerte, no era difícil toparse con restos humanos, huesos y cráneos, que blanqueaban entre los matorrales y las rocas. Conocemos la historia por los Evangelios. Pero existe también otra tradición, que da a esta definición un significado mucho más sagrado y misterioso. El Calvario, el «lugar de la Calavera», situado fuera de las murallas de Jerusalén, entre canteras de piedra y patíbulos abandonados, cementerio de pobres y criminales, albergaría la tumba de Adán desde la noche de los tiempos.

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Gólgota o Calvario

También es cierto que el monte de la crucifixión tenía una forma parecida a la de un cráneo, redondeada y glabra. Utilizado en la antigüedad como cantera de roca, posteriormente fue cubierto de huertos, pero también de sepulcros. También era el lugar utilizado para las crucifixiones. Según la tradición, en la época de Jesús se encontraba a las afueras de Jerusalén. De hecho, estaba prohibido ejecutar sentencias capitales y enterrar a los muertos dentro de las murallas de la ciudad. Más tarde, alrededor del año 40 d.C., el monte Gólgota se incluyó dentro de las nuevas murallas de la ciudad. Ya en la antigüedad no era muy alto, y con el paso de los siglos se fue nivelando, hasta desaparecer casi por completo. Hoy, una parte de la roca del Calvario puede verse encerrada en la Basílica del Santo Sepulcro. La roca es visible a través de un cristal y, si se introduce la mano por un orificio especial, se puede tocar el lugar donde se levantaba la Cruz de Jesús.

La teoría de Orígenes

Fue Orígenes, u Orígenes de Alejandría, un teólogo y filósofo griego que vivió entre los siglos II y III d.C., quien identificó el Gólgota como el lugar de sepultura de Adán, el primer hombre. Es evidente la intención simbólica de tal declaración: Adán y Eva, por su pecado de desobediencia, habían infringido la primera Alianza entre Dios y el hombre, mereciendo la expulsión del Paraíso Terrenal. Jesús, Hijo de Dios, bajó a la tierra para curar esa herida, restaurar la antigua alianza y renovarla con Su sacrificio. La sangre del Nuevo Adán, derramada sobre el suelo rocoso del Gólgota, baña los restos del Primer Hombre, sepultados en la tierra fría, y al hacerlo establece la Salvación para todos. Así escribe San Pablo en su primera carta a los Corintios: «Así que, ya ven, tal como la muerte entró en el mundo por medio de un hombre, ahora la resurrección de los muertos ha comenzado por medio de otro hombre. Así como todos mueren porque todos pertenecemos a Adán, todos los que pertenecen a Cristo recibirán vida nueva» (1Corintios 15,21-22). Esta es también la razón por la que en las representaciones de Jesús en la cruz del Calvario casi siempre aparece una calavera situada justo al pie de la Cruz: es la calavera de Adán. Así, idealmente, de sus restos surge la madera que condena a Jesús y nos salva a todos.

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La crucifixión en la iconografía cristiana

Todos conocemos la importancia de la cruz y de la figura de Jesús crucificado para la religión católica. También sabemos que los primeros cristianos nunca representaban a Jesús en la cruz, sino que utilizaban una iconografía diferente, símbolos y letras del alfabeto griego que a su vez recordaban la forma de la cruz (la tau), o con animales, como el pez o el cordero. Esto se debía en gran parte a que las primeras comunidades cristianas tenían que esconderse de la persecución. Pero tras el reconocimiento de la religión cristiana, la figura de Jesús crucificado comenzó rápidamente a difundirse, con diferentes interpretaciones e innumerables declinaciones. Ya en el siglo IV el símbolo de la cruz era recurrente en el arte sacro, pero se trataba sólo de los dos brazos de la cruz, sin la figura de Jesús. Posteriormente, el Crucifijo empezó a aparecer cada vez con más frecuencia y en poco tiempo se convirtió en el símbolo de la religión cristiana, del mismo modo que el Signum Crucis, la señal de la cruz, es la señal de pertenencia a esta profesión para todo creyente. Las primeras representaciones de Jesús lo mostraban con los ojos abiertos y la cabeza erguida, como si ya se estuviera preparando para resucitar. (Christus Triumphans).

Con el siglo VII y el Concilio Quinisexto o Segundo Concilio Trullano promovido por el emperador Justiniano II, se empezó a favorecer una representación más realista de Cristo. Quedaba por definir cómo representar a Cristo en la Cruz, si bello, como era correcto representar al Hijo de Dios, o trastornado por el sufrimiento que los hombres le habían infligido. Estudiosos, teólogos y eclesiásticos debatieron y discutieron largo y tendido, y al final prevaleció la corriente que pedía una iconografía de la crucifixión con un Cristo llevando en su rostro y extremidades todas las marcas del mal que Le habían hecho (Christus Patiens). Alrededor del año 1000, predominan las figuras de Cristo sufriente y moribundo, con la cabeza yacente, los ojos cerrados y el cuerpo desgarrado, a excepción de algunos “Christus Triumphans”, en las primeras cruces pintadas. El “Christus Patiens” definitivo es probablemente el pintado por Giotto en la Iglesia de Santa María Novella en Florencia, con su dramatismo inmortal.

A principios del siglo XV y después con el Concilio de Trento (1545-1563), el arte sacro figurativo en general y la iconografía de la crucifixión en particular comienzan a mostrar un mayor equilibrio compositivo. El cuerpo de Cristo redescubre la belleza y la armonía anatómica, en las obras de los grandes maestros del Renacimiento, sin perder la intensidad de Su simbolismo.

La crucifixión en el arte expresa la inmensidad del amor de Dios por todos los hombres, el sacrificio de Su único Hijo como holocausto ofrecido para limpiar los pecados de aquellos a quienes quería salvar, aquellos hombres que ya habían demostrado que no merecían Su misericordia, Adán y Eva primero, y luego aquellos que habían hecho necesario el castigo del Diluvio. Así, una imagen de sufrimiento absoluto, que con el tiempo ha ido evolucionando cada vez más, enriqueciéndose con detalles tomados del relato evangélico, se ha convertido en una imagen de alegría y esperanza para todos los hombres.

Los 10 santuarios marianos más famosos de Italia

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Apariciones Marianas en el mundo: las 10 más importantes

Apariciones Marianas en el mundo: las 10 más importantes

Los numerosos nombres con los que los cristianos se dirigen a la Virgen también se derivan en gran medida de las distintas apariciones marianas en todo el mundo. He aquí las más famosas.

Hemos dedicado un artículo anterior a las advocaciones marianas, es decir, a los numerosos nombres con los que la Virgen María era y es invocada por sus devotos en España y en todo el mundo. Algunas proceden de la Sagrada Escritura, otras le han sido atribuidas por teólogos y Padres de la Iglesia, otras se han desarrollado a lo largo de los siglos, a través de acontecimientos históricos, de la veneración popular, incluso del folclore. Otras más derivan de los atributos de María, de esas características únicas que la distinguen, como la Inmaculada Concepción, que recuerda el dogma que afirma que no fue tocada por el pecado original ni siquiera antes de la concepción, o Virgen de la Asunción, porque sólo ella ascendió al cielo en cuerpo y alma para reunirse con Su Hijo. Pero además de las advocaciones marianas de origen dogmático, histórico y devocional, existen también advocaciones marianas relacionadas con imágenes y lugares sagrados, normalmente aquellos en los que han tenido lugar apariciones de Nuestra Señora en el mundo. Muy a menudo se han erigido santuarios y lugares de culto en estos lugares, y con el tiempo el título dado a Nuestra Señora ha llegado a coincidir con el nombre de la iglesia o santuario. Pensemos en Nuestra Señora de Lourdes o Nuestra Señora de Loreto, por citar sólo dos.

Muchos nombres, pues, una única mujer extraordinaria, que cambió para siempre el destino del mundo con un acto de fe revolucionario. Al aceptar convertirse en Madre de Dios, María consintió en ser Madre de todos los hombres, de todas las épocas, sin distinción, sin fronteras, dispuesta a dar alivio a sus hijos afligidos, a interceder por ellos ante Dios Padre, con toda la comprensión y la misericordia de que sólo una madre es capaz.mapa de las apariciones marianas en el mundo

Veamos, por tanto, los diez apelativos de María que surgen de otras tantas apariciones de las Vírgenes en todo el mundo, recordando cómo la Virgen es siempre una y sólo una, y reside en todos los lugares, desde la ciudad más grande y poblada, hasta la aldea más remota, e incluso en tierras donde los hombres rara vez deciden seguir sus pasos. Pero ella está ahí, en todas partes, en los corazones de quienes necesitan acudir a su Madre Celestial. Para nuestro ‘viaje’ por los lugares de las apariciones marianas en el mundo, nos hemos basado en el Mapamundi de las apariciones de la Virgen de National Geographic, que recoge los lugares donde la Virgen se ha manifestado a lo largo de los siglos.

Nuestra Señora de Loreto en Italia

En Loreto, en la provincia de Ancona, se encuentra desde el siglo IV d.C. la Basílica de la Santa Casa, uno de los principales lugares de peregrinación mariana de Italia. Aquí se ha desarrollado la devoción a Nuestra Señora de Loreto, madre de Jesús, la Virgen Lauretana. No se trata realmente de un lugar que fue escenario de una aparición mariana, sino de algo más particular. De hecho, la basílica dedicada al culto de Nuestra Señora de Loreto contiene en su interior lo que universalmente se consideran los restos de la Santa Casa de María en Nazaret, donde nació y recibió la visita del Arcángel Gabriel. La traslación de la Santa Casa se llevaría a cabo a manos de los Ángeles el 10 de mayo de 1291. Primero fue llevada a las montañas dálmatas, después cerca de Recanati, a un bosque que pertenecía a una mujer llamada Loreta. También tuvo lugar una aparición de la Virgen a uno de sus fieles, a quien reveló que aquella era efectivamente su casa, y luego muchos milagros que confirmaron la santidad del lugar.

Madonna Loreto

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La Virgen de Loreto se celebra especialmente el 10 de diciembre. Es la patrona de la región italiana de Las Marcas y de varios municipios italianos, así como la protectora de los aeronautas y de la aviación debido a la fascinante leyenda sobre la Traslación de la Santa Casa.

Nuestra Señora de Częstochowa en Polonia

Nuestra Señora de Częstochowa o Virgen Negra de Częstochowa debe su nombre a un icono bizantino medieval, que pertenece a las llamadas Vírgenes Negras. Se trata precisamente de representaciones de la Virgen cuyo rostro es oscuro, o incluso negro, generalmente porque ha sido ennegrecido por el humo o los efectos de la oxidación sobre los colores originales. La Virgen Negra de Częstochowa representa a una Virgen con el Niño en brazos y, como muchas Vírgenes Negras, se ha atribuido a San Lucas Evangelista. En el siglo XV, durante las guerras Husitas, fue gravemente dañada por golpes de hacha que incluso la hicieron sangrar. Protagonista de batallas y leyendas, el icono de la Virgen Negra es el punto de referencia de todos los polacos que acuden al Santuario católico de Jasna Góra a rezar a su Madre de rostro oscuro para que les ayude a afrontar momentos difíciles y decisiones dramáticas. Se celebra el 26 de agosto.

Virgen del Pilar en España

El 12 de octubre es la memoria litúrgica de Nuestra Señora del Pilar o Virgen del Pilar venerada en Zaragoza en el Santuario que lleva su nombre y, en consecuencia, en todo el mundo. Patrona de los pueblos hispanos, debe su nombre al ‘pilar’, una columna milagrosa que la Virgen María regaló al apóstol Santiago, llegado a la Península Ibérica para predicar la Palabra de Dios, para darle fuerza y apoyo. El pilar sería aquel en cuya cima María se aparecería al Apóstol desilusionado y dispuesto a renunciar a su misión. Hay que destacar que, mientras Santiago se encontraba con la Virgen en la Península Ibérica, ¡ella seguía viva en Palestina! María le prometió que, si él hubiese erigido un santuario en su honor, ella habría garantizado la curación y la salvación de todo aquel que buscase refugio en él. La gigantesca Catedral-basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza es la más antigua de España, al igual que la aparición de Nuestra Señora a Santiago es considerada la primera aparición mariana. Todavía conserva el legendario pilar, en el mismo lugar donde María se le habría aparecido a Santiago. El pilar es en realidad una columna de alabastro recubierta posteriormente de bronce y plata.

Nuestra Señora de Lourdes en Francia

Los católicos se refieren a María como Nuestra Señora de Lourdes o Virgen de Lourdes para recordar las dieciocho apariciones de la Virgen María a Bernadette Soubirous, una campesina de catorce años que vivía en la localidad francesa de Lourdes. En 1858, la jovencita afirmó haber visto a una “bella Señora” vestida de blanco y con un cinturón azul en una cueva cercana a Massabielle. Hoy en día, el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes es uno de los más visitados del mundo, y la descripción que Bernadette hace de la Virgen ha definido la iconografía típica de María más difundida y recurrente.

Nuestra Señora de Altötting en Alemania

El 27 de mayo se celebra Nuestra Señora de Altötting, la Virgen Negra símbolo del Santuario de Altötting, en Baviera. Aquí se guardan los corazones de todos los reyes de Baviera en preciosas urnas de plata. La Virgen se apareció en Altötting dos veces en 1489. También habría resucitado a un niño de tres años que había caído a un río. Durante más de 500 años, los peregrinos han visitado el santuario, obteniendo gracias y curaciones milagrosas. Altötting, Lourdes, Fátima, Częstochowa y Loreto son los cinco llamados Santuarios Marianos de Europa.

Virgen de Fátima en Portugal

El 13 de mayo es el día de la Virgen de Fátima, que se apareció seis veces en 1917 a tres niños que vigilaban un rebaño cerca de Fátima. Hermosa, vestida de blanco y resplandeciente como una estrella, la Virgen llevaba rosas florecidas adornando sus pies, un cordón dorado estaba en su cinturón, y sobre sus hombros y cabeza llevaba un velo bordado de oro. Entre los dedos llevaba un Rosario resplandeciente. Nuestra Señora de Fátima animó a los niños a volver, y durante las apariciones les recordó la importancia del Rosario, la penitencia y la oración como instrumentos de salvación. También les confió tres mensajes reservados, ordenándoles que no los revelasen. Son los tres secretos de Fátima. Hoy en día, el santuario de Fátima es uno de los santuarios marianos más visitados del mundo. Erigido en el lugar exacto donde la Virgen se apareció a los tres niños pastorcitos, alberga sus restos mortales.

Virgen de Fatima

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Virgen de los Pobres en Bélgica

En Banneux, Bélgica, no lejos de Lieja, se produjeron ocho apariciones de Nuestra Señora en 1933. Fue Mariette Beco, primogénita de once hijos en una familia pobre y poco interesada en la religión, quien se encontró con la Virgen. Un día, mientras estaba en casa cuidando a uno de sus hermanos pequeños, vio en el jardín de la casa a una mujer vestida de blanco que parecía emanar luz y que la invitaba a ir con ella. Detenida por su madre, volvió a ver a la misma Señora unos días más tarde, y esta vez pudo ir con ella hasta una fuente, que la misteriosa Señora reclamaba como propia y de todas las naciones, para los enfermos. Al día siguiente se apareció de nuevo a la niña, presentándose como la Virgen de los Pobres. Hubo otras apariciones, acompañadas de acontecimientos prodigiosos, y finalmente la Señora se reveló a Mariette diciendo: «Soy la Madre del Salvador, la Madre de Dios».
La Señora no regresó, pero la fuente que había mostrado a la niña se convirtió en un lugar de curaciones milagrosas. Aún hoy, el Santuario de Nuestra Señora de los Pobres, construido en las cercanías, es visitado por miles de peregrinos en busca de salud y salvación.

Nuestra Señora de Aparecida en Brasil

Patrona de Brasil, Nuestra Señora Aparecida o Nuestra Señora de la Concepción Aparecida se celebra el 12 de octubre. El Santuario dedicado a ella en Aparecida, en el estado de São Paulo, es el más grande del mundo y uno de los cuatro más visitados.
Cuenta la leyenda que tres pescadores recibieron el encargo de conseguir pescado para un banquete en honor del conde de Assumar, gobernador de la provincia de São Paulo, que pasaba por la ciudad donde vivían. Echaron las redes al río Paraíba del Sur y, tras varios intentos infructuosos, encontraron primero una estatua de terracota que representaba a la Virgen María y, después, la cabeza de la misma estatua. A partir de ese momento, las redes empezaron a llenarse sin medida.
Tras permanecer durante quince años en la casa de uno de los pescadores, la estatua se convirtió en objeto de una devoción cada vez mayor. Al final, se erigió un gran santuario: el Santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida.

Virgen de Guadalupe en México

El culto a Nuestra Señora de Guadalupe, o Virgen de Guadalupe, también deriva de una serie de apariciones ocurridas entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac, cerca de Ciudad de México. Aquí Juan Diego Cuauhtlatoatzin, uno de los primeros aztecas convertidos al Cristianismo, se encontró varias veces con una joven de rasgos típicos de las mujeres de su tierra, de piel oscura y cabellos negros, rodeada por los rayos del sol y con la luna sostenida por un ángel bajo sus pies. Conocemos bien su aspecto porque quedó milagrosamente impreso en el manto del hombre, el llamado tilmahtli, o tilma. Nuestra Señora de Guadalupe se celebra el 12 de diciembre en todo México. En el lugar donde tuvieron lugar las apariciones se encuentra la Basílica de Santa María de Guadalupe, visitada por más de 20 millones de peregrinos cada año, uno de los lugares de culto más visitados del mundo y el primero en América. Todavía se conserva aquí el manto de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, con su imagen milagrosa.

Basilica de Nuestra Senora de Guadalupe

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Madre del Verbo en Ruanda

También en la aldea africana de Kibeho, en Ruanda, la Virgen se mostraría, a partir del 28 de noviembre de 1981. Los protagonistas de las apariciones fueron seis chicas y un chico que conocieron a una mujer de extraordinaria belleza en el colegio donde estudiaban. La señora se presentó como la Madre del Verbo. Durante las apariciones posteriores, además de exhortar a los jóvenes a la oración, la Virgen reveló las terribles masacres que teñirían de sangre Ruanda en los años siguientes. Para combatir contra el mal y buscar la paz, los únicos caminos serían la oración, el ayuno y el amor al prójimo.
En Kibeho se erige un Santuario dedicado a Nuestra Señora de Kibeho o Nuestra Señora de los Dolores.

Virgen de Loreto

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Virgen de Czestochowa

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Virgen de Lourdes

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Nuestra Senora de Guadalupe

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La religión cristiana se compone en realidad de muchas confesiones religiosas, similares en algunos aspectos, profundamente diferentes en otros. Veamos cuáles son

La religión cristiana es una de las religiones monoteístas más extendidas del mundo. Todos sabemos que se originó con Jesucristo, de quien sus seguidores tomaron el nombre de «Cristianos». Sabemos que tiene muchos elementos en común con el judaísmo, incluidos algunos libros de las Sagradas Escrituras, pero también con el Islam, ya que las tres religiones, cristiana, islámica y judaica, son religiones abrahámicas, es decir, que consideran a Abraham como el origen de la historia sagrada. En particular, el cristianismo y el judaísmo comparten el libro sagrado, la Biblia, de la que el pueblo judío reconoce los libros del Antiguo Testamento, pero no el Nuevo Testamento compuesto por los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis, aunque todos estos libros atestiguan la conformidad con los escritos judíos. Pero la cuestión fundamental es que los Judíos no reconocieron a Jesucristo como el Mesías y el Hijo de Dios prometido por los profetas.

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Si miramos a nuestro alrededor, enseguida nos damos cuenta de que hablar de una única religión cristiana no sólo sería restrictivo, sino realmente erróneo. La historia del Cristianismo a lo largo de los siglos ha dado lugar a la creación de numerosas variantes religiosas, algunas de las cuales han arraigado y se han convertido en denominaciones independientes y reconocidas. En la práctica, todas son iglesias cristianas, todas basadas en la vida y la Palabra de Jesús, pero cada una con diferencias significativas en la doctrina, las tradiciones e incluso el número de Sacramentos. Hemos querido examinar las tres principales divisiones de la Iglesia cristiana: católicos, ortodoxos y protestantes. Estas tres denominaciones, aunque con las diferencias que veremos, comparten el Credo niceno, o niceno-constantinopolitano, es decir, esa serie de preceptos de fe definidos durante el primer Concilio de Nicea, en el año 325 d.C., basados esencialmente en la unicidad de Dios, la naturaleza de Jesús y la Trinidad.

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Catolicismo

A veces ocurre que se confunden Catolicismo y Cristianismo. Esto es obviamente un error. Por Catolicismo se entiende únicamente la ramificación del cristianismo que reconoce como máxima autoridad religiosa a la Iglesia Apostólica Católica Romana y al Papa como su cabeza suprema. Los cristianos católicos otorgan un gran valor a la figura de la Virgen María y adoran a muchos Santos. También conceden gran importancia a la tradición apostólica, reconociendo en el apóstol Pedro a aquel a quien Cristo confió Su Iglesia, y por esta razón muchos aspectos de la doctrina católica no se basan en las Sagradas Escrituras, es decir, en la Biblia, sino en la Tradición Apostólica, un escrito cristiano compilado alrededor del año 215 d.C. que contiene la «entrega» (traditio) de los apóstoles, es decir, los fundamentos e instrucciones litúrgicas y eclesiásticas que forman la base de la doctrina católica. El mismo escrito no es considerado en absoluto por Ortodoxos y Protestantes, y ésta es una de las razones de la división entre las tres denominaciones cristianas.

La religión cristiana católica reconoce siete Sacramentos: Bautismo, Eucaristía (o Comunión), Confirmación, Reconciliación, Orden sagrado, Matrimonio, Unción de los enfermos. La Santa Misa se celebra como precepto, y durante la celebración tiene lugar la consagración del Pan y del Vino ante la asamblea de fieles y la distribución de las hostias.

Ortodoxia

En lo que respecta al Cristianismo Ortodoxo, así es como se define la Iglesia nacida con el Cisma de Oriente, que tuvo lugar en 1504 d.C. en el apogeo de un periodo de controversias dogmáticas y discusiones teológicas. Los cristianos ortodoxos no reconocen una única autoridad religiosa. Cada iglesia perteneciente está gobernada por sus propios obispos a través de sínodos locales. No existe, por tanto, una cabeza comparable a la del Papa para los católicos, aunque el patriarca ecuménico de Constantinopla es reconocido como primus inter pares («el primero entre iguales») por todos los demás obispos y actúa como representante espiritual de todos los cristianos ortodoxos.

Los cristianos ortodoxos basan su credo en la sagrada tradición, es decir, en las Sagradas Escrituras, las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y los principios dogmáticos elaborados en los siete concilios ecuménicos históricos. Por lo tanto, la Iglesia Ortodoxa promueve y difunde la fe cristiana de los orígenes, creada por Jesús y transmitida por los apóstoles, de los que los obispos son sucesores directos.

Los cristianos ortodoxos también contemplan los Siete Sacramentos y veneran a la Virgen María como «Theotokos», Madre de Dios. También veneran a los Santos. Los sacerdotes pueden elegir casarse, pero en este caso no pueden convertirse en obispos, al igual que los monjes, cuyas comunidades son fundamentales. Para los ortodoxos, los seres humanos nacen puros, no contaminados por el Pecado Original de Adán y Eva, que ellos llaman Pecado Ancestral. Sin embargo, pecar forma parte de la naturaleza humana, por lo que todos los hombres estarán genéticamente predispuestos a hacerlo.

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Protestantismo

El Protestantismo, o Cristianismo Protestante, se originó con la llamada Reforma, en realidad una serie de acontecimientos que llevaron a la formación de diferentes ramificaciones del Cristianismo. Recordemos, en particular, la Reforma inglesa, que dio lugar al nacimiento de la Iglesia de Inglaterra, o la Dieta Imperial de Espira de 1529, también conocida como la Protesta de Espira, de la que procede el término «protestante». La Reforma protestante recorrió la Europa del siglo XVI impulsada por fuertes protestas contra la decadencia de la Iglesia de Roma y el papado, hasta el punto de llegar a una auténtica separación. Los principales promotores de la Reforma fueron Martín Lutero (luteranos) y Juan Calvino (calvinistas).

Hay muchas corrientes de Protestantismo, desde el Anglicanismo al Adventismo, desde el Calvinismo al Luteranismo. En lo que respecta a Italia, el protestantismo está representado principalmente por el evangelicalismo.

En general, los Protestantes comparten con los católicos y ortodoxos muchos principios del símbolo niceno-constantinopolitano y del símbolo apostólico, pero divergen especialmente en lo que se refiere a la cristología, el papel de la gracia, la relación entre fe y obras, y muchos aspectos del magisterio de la Iglesia.

Jesús es el solo y único instrumento de salvación para la humanidad, en cuanto Palabra viviente de Dios y único punto de referencia para el creyente.
El hombre es, por su naturaleza imperfecta, un pecador, poco importa cuánto haga y cómo actúe para permanecer puro y recto. Sólo Dios puede salvarlo, y solamente en virtud de Su inmenso amor. Las Sagradas Escrituras, en particular los Evangelios, sirven al hombre para tomar conciencia de su propia condenación, pero es sólo en sí mismo donde el hombre debe encontrar la fe en la Salvación. Por lo tanto, la Salvación se determina por la fe, no por las acciones.

Sólo la Biblia es la ley de Dios, y ningún hombre puede hacer de intermediario entre ella y los demás hombres para manipular lo que contiene, salvo los Padres de la Iglesia. Esta convicción quita prácticamente cualquier papel al clero, porque los sacerdotes ya no son mediadores entre los hombres y Dios, sino que sólo Jesús puede desempeñar este papel. Esto convierte a todo creyente en sacerdote (Sacerdocio universal). A lo sumo, el Pastor puede explicar las Sagradas Escrituras.

En cuanto a los Sacramentos, los protestantes sólo reconocen el Bautismo y la Eucaristía, que contienen la promesa de salvación y redención, de parte de Dios, para todos los hombres. Pero en la Eucaristía el Pan y el Vino permanecen como tales, no se produce la transubstanciación.

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María no es venerada como Madre de Dios y no es objeto de devoción, como tampoco lo son los Santos.

El cisma anglicano o reforma anglicana que dio origen a la Iglesia anglicana tuvo lugar en el siglo XVI a instancias del Rey Enrique VIII, que rechazó la autoridad papal y la Iglesia católica romana. Profundamente influida por las doctrinas protestantes procedentes del continente europeo (calvinismo y luteranismo), la Iglesia de Inglaterra se basa en los Treinta y Nueve Artículos de Religión y el Libro de Oración Común (Book of Common Prayer). Más cercana al catolicismo que otras iglesias protestantes, reconoce su cabeza espiritual en el Arzobispo de Canterbury y basa sus principios en la Biblia, las tradiciones apostólicas y los escritos de los Padres de la Iglesia.

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Papa Pablo VI fue un hombre reservado y cortés, de intelecto refinado y gran profundidad espiritual. Dirigió la Iglesia católica en un periodo de grandes cambios, y supo combinar tradición y renovación de forma admirable.

Es difícil pensar en cómo la Iglesia católica ha sido capaz de adaptarse al mundo moderno sin perder al mismo tiempo sus valores y principios fundamentales.

Papa Pablo VI nos ofrece un ejemplo esclarecedor de cómo fue posible, él que fue Sumo Pontífice entre 1963 y 1978, y que incluso antes acompañó a sus predecesores desempeñando papeles de primera importancia en la escena religiosa italiana y mundial.

Entre las décadas de 1960 y 1980, la realidad social y política del mundo cambió radicalmente, alejándose en muchos casos no sólo del legado de valores y convenciones sociales que se habían establecido en siglos anteriores, sino también separándose de la religión y la espiritualidad. Pensemos en la protesta juvenil, que culminó en los movimientos sociales de 1968, y que originó la aparición de culturas alternativas y laicas. Pero no podemos olvidar también la Guerra Fría y la imposición de la ideología comunista soviética marxista, laicista y anticlerical, y el terrorismo, que en Italia se manifestó en las sangrientas acciones llevadas a cabo por grupos de extrema izquierda y extrema derecha, como las Brigadas Rojas y Ordine Nuovo.

La Iglesia estaba todavía inmersa en las vicisitudes del mundo y, sin embargo, su papel exigía un cambio, para que se le siguiera dando la oportunidad de intervenir y marcar la diferencia. Es famosa la frase de Pablo VI en 1968, cuando el viento de la protesta amenazaba con barrer por completo doctrinas y dogmas: «Esperábamos la primavera, y ha llegado la tempestad».

Ya Juan XXIII, que lo precedió en el solio pontificio, intentó mediar en las fricciones entre la Iglesia y las nuevas realidades que se le oponían instituyendo el Concilio Vaticano II en 1962. El mismo Concilio fue luego llevado adelante por el mismo Pablo VI, quien reafirmó la importancia de la fe y la humanidad como instrumentos de colaboración entre la Iglesia y el mundo, y la Iglesia salió reformada tanto internamente como en su actitud hacia la modernidad y otras profesiones religiosas.

Pero además de las presiones externas que ponían en peligro la integridad milenaria de la Iglesia, Pablo VI también tuvo que lidiar con problemas internos que hacían vacilar su autoridad. Por un lado, los ultra tradicionalistas que expresaban su desacuerdo con cualquier intento de apertura y modernización, por otro, representantes del clero cercanos a los círculos socialistas que reivindicaban la necesidad de más innovación, acusando al Papa de inmovilismo. Esto provocó continuas tensiones entre el Pontífice y el Colegio episcopal a lo largo de todo su mandato.

Si su predecesor Juan XXIII, a quien Pablo estaba profundamente unido por una relación de mutua estima y amistad, era un hombre abierto al mundo, extrovertido y cercano a la gente, Pablo VI fue mucho más reservado y austero.

Esto no le impidió mostrar grandes capacidades diplomáticas y políticas, gracias también a la experiencia adquirida primero como alto funcionario de la Secretaría de Estado, luego como arzobispo de Milán y finalmente como Cardenal.

Era un hombre cortés, profundamente humano, culto y pertenecía a esa alta burguesía italiana que había marcado la historia política y cultural del país durante el cambio de siglo. Un hombre aparentemente no apto para afrontar las profundas revoluciones sociales y culturales de aquel tiempo pero que, sin embargo, gracias precisamente a su equilibrio, fue capaz de conducir a la Iglesia con mano firme y segura a través de las tempestades de aquellos turbulentos años.

Vida antes de convertirse en pontífice

Pablo VI nació el 26 de septiembre de 1897 en Concesio, al norte de Brescia, en la familia Montini, que pertenecía a la alta burguesía. Fue bautizado con el nombre de Giovanni Battista. Su padre, Giorgio, era abogado y dirigía el periódico católico Il Cittadino di Brescia, y posteriormente fue diputado del Partido Popular Italiano de Padre Luigi Sturzo. Su madre, Giuditta Alghisi, pertenecía a la nobleza rural local.

Asistió a la escuela como estudiante externo debido a su mala salud en el colegio «Cesare Arici» de Brescia, dirigido por los Jesuitas. Tras obtener el diploma de Estudios Clásicos en 1916, ingresó en el seminario de Brescia como estudiante externo.

Desde 1919 fue miembro de la FUCI, Federación Universitaria Católica Italiana, de la que llegaría a ser asistente eclesiástico nacional en 1925.

Fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1920, en la catedral de Brescia.

Cursó estudios universitarios en Milán, donde se doctoró en Derecho Canónico, y después en Roma, donde siguió cursos de Derecho Civil, Derecho Canónico y Humanidades y Filosofía. También asistió a cursos en la Academia Eclesiástica Pontificia, y así comenzó a colaborar durante el pontificado de Pío XI con la Secretaría de Estado Vaticana, organismo encargado de coordinar las diversas oficinas de la Santa Sede y las relaciones con los Estados y las organizaciones internacionales.

En 1923, fue enviado durante un año como encargado de la nunciatura apostólica de Varsovia, en Polonia, donde se vio obligado a enfrentarse a los efectos del nacionalismo local, que veía con malos ojos a los extranjeros.

De regreso a Italia, obtuvo sus tres licenciaturas y asumió el cargo de asistente eclesiástico nacional de la FUCI, que abandonaría ocho años más tarde, irritado por la constante resistencia opuesta por los Jesuitas y otros exponentes de la iglesia ante la difícil coexistencia de ésta con el fascismo y los cambios culturales y sociales que se estaban produciendo.

En 1937 Montini fue nombrado sustituto en la Secretaría de Estado y, desempeñando este cargo, redactó el mensaje radiofónico leído el 24 de agosto de 1939 por el Papa Pío XII, que entretanto había sido elegido, para evitar el estallido de la Guerra.

Durante la guerra, trabajó en la Oficina de Información del Vaticano. También participó en operaciones secretas para ocultar y salvar a miles de judíos romanos. Cuando, al final del conflicto, el Papa se vio abrumado por las acusaciones sobre el comportamiento de la Iglesia respecto al nazismo, él no resultó afectado.

En 1944, asumió el cargo de Prosecretario de Estado, y continuó a colaborar con el Papa Pío XII, especialmente en la defensa del mundo católico de la propagación de las ideas marxistas.

El 1 de noviembre de 1954 fue nombrado arzobispo de Milán. Como arzobispo demostró interés y cercanía por las condiciones de los trabajadores y colaboró con sindicatos y asociaciones para mejorarlas. También inició la construcción de docenas de nuevas iglesias. Se mostró liberal y dispuesto al diálogo incluso con cismáticos, protestantes, anglicanos, musulmanes y ateos, ganándose la reputación de progresista.

El 28 de octubre de 1958, subió al solio pontificio Angelo Giuseppe Roncalli, Papa Juan XXIII, gran amigo del futuro Pablo VI, que lo nombró Cardenal. Con este nuevo cargo viajó por todo el mundo como representante del Papa y fue miembro de la comisión preparatoria del Concilio Vaticano II.

Papa desde 1963 hasta 1978

Después de la muerte de Juan XXIII, Giovanni Battista Montini fue elegido Papa el 21 de junio de 1963, con el nombre de Pablo VI.

Pablo VI supo apoyar la modernización de la Iglesia sin perder nunca de vista la tutela de la fe y la primacía de los derechos humanos, en primer lugar, la defensa de la vida.

Fue el primer Papa que viajó en avión, lo que le permitió visitar tierras lejanas y mantener relaciones con estadistas y líderes religiosos. En particular, con ocasión de su primer viaje a Tierra Santa, en enero de 1964, se unió en un abrazo simbólico con el Patriarca ortodoxo de Constantinopla Atenágoras I, y este gesto condujo al acercamiento entre las dos Iglesias y a la redacción de la Declaración conjunta católico-ortodoxa de 1965.

También fue el primer Papa de la historia que visitó la sede de la ONU, donde pronunció un sentido llamamiento a la paz el 4 de octubre de 1965, retransmitido a todo el mundo. Estamos en plena Guerra Fría, el mundo está dividido en dos por el Pacto Atlántico (Estados Unidos y países pro estadounidenses) y el Pacto de Varsovia (Estados satélites de la Unión Soviética).

Así afirmó el Papa dirigiéndose a los representantes de los Estados presentes y al mundo: «Vosotros habéis consagrado el gran principio de que las relaciones entre los pueblos deben regularse por el derecho, la justicia, la razón, los tratados, y no por la fuerza, la arrogancia, la violencia, la guerra y ni siquiera, por el miedo o el engaño”.

En 1967 también estableció el Día Internacional de la Paz, que se celebró por primera vez el 1 de enero de 1968.

Como ya se ha dicho, Pablo VI continuó la labor de su predecesor Juan XXIII prosiguiendo los trabajos del Concilio Vaticano II, que se concluyó en 1965. Los puntos más destacados de este Concilio fueron:

  • mejor comprensión de la Iglesia católica;
  • reformas de la Iglesia;
  • avance en la unidad de la cristiandad;
  • diálogo con el mundo.

En particular, la reforma de la liturgia ya iniciada por Pío XII (1939-1958) se implementó con nuevas innovaciones. El uso de la lengua vulgar en bautizos, funerales y otros actos ya se había concedido bajo Pío XII. Después del Concilio Vaticano de 1969, aunque el Misal no había sufrido cambios particulares, fue aprobada por Pablo VI la «nueva misa» en lengua nacional. La Misa tridentina siguió celebrándose en latín.

Además, la Sacrosanctum Concilium exigió que el sacerdote administrara la misa mirando a los fieles (versus populum) y no más mirando al este (ad Deum).

También se permitió la introducción de música folclórica y moderna en las celebraciones litúrgicas, hasta entonces ferozmente rechazada.

De nuevo, en 1966, Pablo VI abolió el índice de libros prohibidos, mantenido durante más de cuatrocientos años y apoyado por el clero más conservador.

También revolucionó las elecciones papales, estableciendo una edad máxima de 80 años para participar en el Cónclave y limitando la ostentación durante la ocasión. Pablo VI eliminó muchos de los ornamentos que habían distinguido al Papado durante siglos, llegando incluso a modificar sustancialmente la ceremonia de coronación papal.

Pero, por otra parte, reafirmó lo que el Concilio de Trento había establecido sobre el celibato sacerdotal, con la encíclica Sacerdotalis Caelibatus, de 24 de junio de 1967, y apoyó la posición tradicionalista sobre la contracepción, reiterando en la encíclica Humanae Vitae, de 25 de julio de 1968, lo que ya había declarado el Papa Pío XI, es decir, que era ilícito para los cónyuges católicos el uso de anticonceptivos químicos o artificiales.

Pablo VI tuvo también el mérito de conceder el título de Doctora de la Iglesia a Santa Teresa de Ávila, el 27 de septiembre de 1970, con la Carta Apostólica Multiformis sapientia Dei, y a Santa Catalina de Siena, el 4 de octubre de 1970, con la Carta Apostólica Mirabilis in Ecclesia Deus. Ellas fueron las primeras mujeres en obtener este título.

Cuando se festeja a San Pablo VI

Fue el Papa Juan Pablo II quien abrió el proceso diocesano para la beatificación de Pablo VI. De hecho, se habían atribuido al Papa dos milagros, uno relacionado con la curación de un niño que habría tenido que nacer con problemas físicos, y otro con una niña nacida en un parto difícil y aparentemente desesperado.

Pablo VI fue beatificado el 19 de octubre de 2014 por el Papa Francisco. También el Papa Francisco, el 25 de enero de 2019, instituyó la memoria litúrgica de San Pablo VI el 29 de mayo, día de su ordenación sacerdotal.

Las encíclicas papales

Entre las diversas encíclicas redactadas por Pablo VI, además de las que ya hemos mencionado, dos están dedicadas a la Virgen. Se trata de la encíclica Mense Maio, del 29 de abril de 1965, que invita a rezar a la Virgen por el éxito del Concilio Vaticano y por la paz en el mundo, y de la encíclica Christi Matri, del 15 de septiembre de 1966, una nueva invitación a los fieles a dirigir sus oraciones a la Virgen para asegurar la paz en el mundo. La devoción y la imitación de la Madre de Cristo eran fundamentales para Pablo VI, que llegó a afirmar que la relación María-Iglesia era parte integrante e indispensable del Plan divino.

La exhortación apostólica Signum Magnum del 13 de mayo de 1967 ahonda en esta relación y subraya el papel de María como Madre no sólo de Jesús, sino de los cristianos de todos los tiempos.

Aquí están todas las encíclicas publicadas por el Papa Pablo VI:

Ecclesiam Suam (Su Iglesia) – 6 de agosto de 1964.

Manifiesto pontificio del Papa Pablo VI, centrada en la Iglesia católica y en cómo pretendía llevar a cabo su mandato.

Mense Maio – 29 de abril de 1965.

Invitación a la devoción a María en el mes de mayo por el feliz resultado del Concilio Vaticano y por la paz en el mundo.

Spirituality and religion, Hands folded in prayer on a Holy Bibl

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Mysterium fidei – 3 de septiembre de 1965.

Centrada en la doctrina y el culto de la Eucaristía.

Christi Matri – 15 de septiembre de 1966.

Invitación a los cristianos a invocar a María en el mes de octubre por la paz en el mundo.

Populorum progressio (El desarrollo de los pueblos) – 26 de marzo de 1967.

Dedicada a la cooperación entre los pueblos y a la problemática de los países en vías de desarrollo. El Papa denunció el agravamiento del desequilibrio entre países ricos y pobres, el neocolonialismo, el capitalismo y el colectivismo marxista. Por otro lado, él propuso la creación de un fondo mundial de ayuda a los países en vías de desarrollo.

Sacerdotalis Caelibatus (Celibato sacerdotal) – 24 de junio de 1967.

En esta encíclica, el Papa Pablo VI defiende la tradición de la Iglesia latina respecto al celibato de los sacerdotes.

Humanae Vitae – 25 de julio de 1968

La última encíclica escrita por el Papa Pablo VI define la doctrina sobre el matrimonio y reafirma la finalidad procreadora del acto conyugal, rechazando la contracepción entre los cónyuges.